El libro La revolución malograda de las periodistas Mónica Almeida y Ana Karina López supera los límites de la crónica clásica para lograr un texto en el que la fuerza y agudeza del relato penetra en la materia abordada, con intensidad y crudeza inéditas. Las autoras más que la pluma parecen manejar el bisturí para desentrañar un fenómeno que marcó, y hasta determinó, el Ecuador del primer cuarto del siglo XXI, el populismo correísta. Almeida y López han estudiado como pocos analistas este tema, ya nos dieron ese diagnóstico certero y profundo del caudillo en su anterior obra, El séptimo Rafael, en el que delinearon un retrato psicológico y biográfico del personaje. Ahora lo vemos actuando en su contexto histórico, acompañado de un sinnúmero de figuras, cuyas personalidades encontrarían un papel en ese lahar de detritos sociales y morales que constituyen el populismo.

De la historia de este aluvión que se abatió sobre la república por más de una década, se han seleccionado diez capítulos descollantes y paradigmáticos, dispuestos en “relatos” que permiten vislumbrar similares situaciones. Vienen en un orden lógico, pero podrían leerse en distintas combinaciones, pues constituyen no una narración lineal, sino un holograma multidimensional de ese tiempo oprobioso. Vale la pena nombrar tales facetas, aunque sea de manera breve: la manipulación de las Fuerzas Armadas, la imposición mañosa de la nueva constitución, la nula voluntad democrática, la guerrilla y el narcotráfico, el asesinato del general Gabela, el show del 30S, la fallida mitificación de este bochorno, el fracaso de la política exterior, el vergonzoso asilo de Assange y los delitos patentes del caso Odebrecht. La simple enumeración de tal cúmulo de barbaridades nos lleva ineludiblemente a preguntarnos, ¿cómo aguantamos tanto?

La destreza narrativa de Almeida y López alcanza un clímax en el relato espeluznante del crimen de Gabela. Sigue la valerosa búsqueda de justicia por parte de la viuda del militar, que contrasta con la ramplonería del caudillo, que si de algo careció fue de grandeza de alma. Póngase atención al patético retrato de un canciller sectario, empeñado en dinamitar todo lo construido en dos siglos de relaciones internacionales. Casi al final aparece el cuadro expresionista chiflado que fue la estadía de años del hacker Assange en la embajada ecuatoriana en Londres, con sus repulsivos detalles escatológicos, que resume en su ridiculez todo el despropósito de esa asonada oportunista, que no fue revolución y mucho menos ciudadana. Y por todas partes los obsecuentes, los esbirros, los cobardes. Dentro de cincuenta años, si el Ecuador sobrevive, este libro será documento indispensable para entender estos lustros dementes, sus relatos fluidos y pulcros atrapan miles de datos y referencias, que reunieron las autoras en un impresionante esfuerzo investigativo y conceptual. La lectura de este volumen podría ser un antídoto para la repetición de tanta ignominia, por desgracia en este país se considera muy exitoso un libro leído por el uno por mil de los ciudadanos. Tener memoria no es vivir en el pasado, sino en un futuro que sabe a donde no quiere volver. (O)