Poema de Martí: “El palacio está de luto y en el trono llora el rey… ¡El hijo del rey se ha muerto! En los álamos del monte tiene su casa el pastor, la pastora está diciendo ¿Por qué tiene luz el sol? ¡Se quedó el pastor sin hijo!”. En Ecuador no está de luto el palacio, no llora el rey, no se ha quedado sin su hijo; son los pastores y las pastoras quienes perdieron cuatro hijos que no tenían otra culpa que ser pobres, negros y haberse encontrado en el camino de unos hombres entrenados para ejercer violencia. La angustia de sus progenitores crecía porque se prolongaba su desaparición. El día de Nochebuena supieron que habían hallado calcinados cuatro cuerpos cerca de la base de los militares que los detuvieron. En vilo quedaron sus almas y la de muchos ecuatorianos. Y vino el vendaval: ¡eran de sus hijos tales restos! Se los dieron desmembrados, quedaron con la duda que fueran sus pequeños, su sagrado tesoro, a quienes soñaban como árboles y fueron segados siendo flores, que no murieron en un accidente, que se fueron antes que ellos invirtiendo el orden natural de la vida, mandando los tiernos sueños al abismo.
La Constitución establece que las Fuerzas Armadas y la Policía Nacional son instituciones de protección de los derechos, libertades y garantías de los ciudadanos. A la luz de la experiencia se advierte que sus servidores lo han entendido o les han hecho entender solo a favor de ciertos ciudadanos y contra ciertos ciudadanos, y que no son formados en los fundamentos de los derechos humanos, como manda la carta magna, o las instrucciones secretas los deforman, como ha ocurrido en las dictaduras nacionales y extranjeras. En la especie, los uniformados son responsables al menos indirectos del asesinato de los niños, ya que estaban bajo su custodia y no debían abandonarlos. El fiscal declaró que no habían robado, pero aun en tal caso debían haber entregado a la Policía a los tres mayores y al de 11 años a sus progenitores. Es, pues, un embuste que sabe a crimen.
Para mayor ultraje, a los niños los han quemado de nuevo al estigmatizarlos, a ellos y a otros niños que han afectado derechos de otros por ser víctimas del sistema, no victimarios y a quienes se quiere procesar como adultos. “No son de los nuestros”, así actúan algunos que apoyan al poder, como en España, donde sindican de asesinos a quienes asesinó el franquismo sublevado.
La militarización para contrarrestar el crimen
En 1988, en una época de terror, policías torturaron y asesinaron a los hermanos Restrepo, también menores de edad, también fueron calumniados al igual que sus progenitores, a quienes engañaron. El ministro de Gobierno declaró que la muerte de aquellos era un secreto de Estado. Y ahora, otra vez. ¡No hemos aprendido nada!
Mussolini quería hombres feroces, los hombres feroces del fascismo que oscurecieron Europa y siguen oscureciendo el mundo. Frente a ello existen las personas como Nietzsche, que abrazó al fatigado caballo que un cochero lanzó el látigo por no avanzar. Lloró y le pidió perdón, como interpreta Kundera, por toda la humanidad, por el salvajismo con el que el ser humano trata a otros seres vivos. (O)