Pese a que las hormigas son muchísimas más en cantidad, somos los humanos los que hemos conseguido dominar el mundo, hasta el punto de que la vida en la Tierra depende en gran parte de nosotros. Hace millones de años éramos animales comunes y corrientes, vivíamos al aire libre, recogíamos frutos de los árboles y las matas y nos alimentábamos de lo que podíamos atrapar en el camino y en los arroyos. Nos aterrorizaban los ruidos y la oscuridad de la noche, ya que animales más grandes podían devorarnos en cualquier momento de nuestro descanso. No vivíamos en ningún lugar fijo y andábamos expuestos a los rigores del clima.

La fabricación de herramientas fue un paso gigante en nuestra evolución, pues con ciertas piedras descubrimos que podíamos encontrar nutrientes en los huesos de los animales e incluso defendernos mejor. El descubrimiento de cómo iniciar el fuego, hace un millón y medio de años, fue otro salto importantísimo, aunque las llamas podían parecer aterradoras. Dominar el miedo al fuego sirvió para cocinar y dar seguridad a los grupos que se cobijaban del frío por la noche. Los alimentos cocidos empezaron a producir modificaciones decisivas en los cuerpos de los humanos, pues se requería menos tiempo para masticar y digerir.

Cambiaron los dientes, se achicó el estómago, creció el cerebro y nuestros antepasados se fueron volviendo animales más inteligentes. El historiador israelí Yuval Noah Harari –autor de los éxitos editoriales Sapiens: de animales a dioses. Una breve historia de la humanidad, Homo Deus: breve historia del mañana y 21 lecciones para el siglo XXI– ha publicado Imparables. Diario de cómo conquistamos la Tierra (Buenos Aires: Montena, 2022) para enseñarnos, y a la vez alertarnos, sobre la aventura humana tan llena de avances beneficiosos, pero que también puede ser muy destructiva con todo lo viviente a nuestro alrededor.

“(...) los pequeños cambios que nadie percibe se acumulan a lo largo del tiempo y dan lugar a grandes cambios”.

“Esta es una de las grandes leyes de la vida: los pequeños cambios que nadie percibe se acumulan a lo largo del tiempo y dan lugar a grandes cambios”, afirma Harari. Así, varios tipos de humanos fueron contemporáneos durante mucho tiempo, pero solo un grupo consiguió la superioridad e incluso logró acabar con los otros: los Homo sapiens, los humanos sabios, nosotros. Pero los sapiens podemos ser muy crueles con otros sapiens por diferencia de creencias, de idioma o color de la piel. Todos los habitantes del mundo actual somos sapiens, aunque hay personas que en su ADN mantienen huellas de los antiguos neandertales.

¿Por qué entonces llegamos a dominar a otros animales muy listos, que tienen mejores sentidos y son más veloces? Porque somos capaces de hacer tareas en grupo y también gozamos de la capacidad de imaginar cosas que no existen. Nuestros antepasados conquistaron el planeta contando historias. Lo grave de esto es que los humanos nos hemos convertido en los animales más mortíferos: “Antes de construir la primera ciudad, inventar la rueda y aprender a escribir, nos habíamos extendido por todo el mundo y habíamos eliminado cerca de la mitad de todos los animales terrestres grandes”. Según Harari, no hallamos paz en nuestro andar por el mundo. (O)