Por exposiciones de dirigentes bananeros de la provincia de El Oro reunidos con preocupación en magna asamblea, en la ciudad de Machala, capital bananera del mundo, se ratifica el incontenible progreso de una terrible enfermedad ocasionada por una bacteria conocida como Ralstonia solanacearum. Su impacto ha sido la razón fundamental para el abandono de 10 mil hectáreas, aunque denuncian que el país contabiliza una cifra cercana a las 30 mil hectáreas, que provocan millonarias pérdidas de cosechas, en especial en fincas de pequeños cultivadores. Es una patología tanto o más aterradora que el Fusarium R4T, con la diferencia de que esta sí es posible controlar, evitando su arrollador contagio al aplicar medidas preventivas y curativas de prometedores resultados, que incluyen uso de productos orgánicos con patente ecuatoriana.

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Técnicos que responden a los repartos especializados del Ministerio de Agricultura, como Agrocalidad e Iniap, tienen soluciones prácticas para afrontar la contención del mal y recuperar las áreas de siembra afectadas; el problema estriba en que se carece de recursos suficientes para ejecutarlas a nivel nacional, sin partidas económicas para la movilización masiva de capacitadores y profesionales. Aun así, se informó oficialmente que se monitorea con drones para la teledetección temprana del patógeno, verificado luego en campo y laboratorios, lo cual proporciona una extraordinaria medida de constatación indispensable para la planificación del control y prevención, acción iniciada en las bananeras de la provincia de Los Ríos que debe continuar en todo el territorio nacional plantado con banano y plátano.

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Las naciones bananeras latinoamericanas están seriamente alarmadas por el crecimiento de la enfermedad y son frecuentes los seminarios de capacitación impartidos por expertos en la materia, a diferencia nuestra, disponen de medios materiales y facilidades para su adecuado manejo al contar con gremios con mentalidad empresarial que fomentan el oportuno control. La Asociación de Bananeros Orenses, liderada por Segundo Solano y Jorge Toapanta, en su afán desesperado por conservar la fuente de subsistencia de sus miembros y de toda la industria, claman con ardor que se atiendan sus pedidos. Ellos están dispuestos a autogravarse creando un fondo parafiscal (no estatal) que se nutra con una contribución de cinco centavos por cada caja exportada, respaldado en una ley especial a la que deben adherirse todos los productores sin excepción de la cabida de sus predios, porque el mal afecta a todos de manera proporcional y a la industria de musáceas comestibles en su conjunto, puntal de la economía nacional. La propuesta ha sido recogida y enriquecida con la opinión profesional de Emilio Gallardo González, exministro de Agricultura.

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La vigencia de este fondo no es una novedad, ya lo conoció el país cuando se instituyó en beneficio del banano para financiar las aplicaciones fitosanitarias contra enfermedades del follaje, a mediados del siglo pasado. Hay experiencias positivas en el vecino Colombia, donde se impulsó el desarrollo cafetero y de otros productos con excelentes resultados. (O)