Pertenezco al pueblo kichwa-otavalo, por mi lado materno conozco de primera mano algo de la vida comunitaria, y por mi lado paterno la vida urbana indígena en Otavalo y de la comunidad de Peguche. Además, he trabajado en la provincia de Imbabura con comunidades y autoridades indígenas.

A esto se suma el desarrollo de la vida social en estos lugares. Algo que me ha llamado la atención es que en las comunidades es casi imposible saber con certeza la hora de inicio de un evento. Hay una hora de referencia, pero siempre te van a señalar que hay que llegar tiempo después. Es más, si llegas a la hora de referencia es probable que no encuentres a nadie, ni siquiera a los responsables u organizadores. Incluso en eventos institucionales se acostumbra a programar con un margen de 30 minutos a 1 hora de retraso. Para reuniones de trabajo, a más de la impuntualidad, sucede que sin previo aviso cancelan la cita, o simplemente decidieron realizar otra actividad a la hora agendada y solicitan tu espera. ¿Por qué tal incumplimiento entre los indígenas?

¿Por qué hay personas que siempre llegan tarde?

La impuntualidad es un fenómeno recurrente y generalizado en el Ecuador y la región andina. A tal punto que se ha vuelto una característica nuestra expuesta en “memes” digitales. Sin embargo, contrastando con las grandes ciudades y círculos laborales y sociales mestizos, entre los indígenas es algo recurrente y enraizado.

No es algo de extrañar para alguien que trabaja con sectores de pueblos y nacionalidades indígenas, o pertenece a uno de ellos, o vive entre ellos, que los eventos comiencen con mínimo una hora de retraso. Entre las autoridades es común no solo llegar tarde sino incumplir con los compromisos programados.

La “agenda” queda como un bonito accesorio para mostrar el tiempo ocupado, y una formalidad que el personal o secretaria debe cumplir al atender.

Puntualidad

Seguro no faltará el “decolonial” que argumente que llegar a la hora acordada corresponde a la cultura occidental, o del ethos capitalista, y que los indígenas al tener una estrecha relación con la naturaleza, su concepción del tiempo es otra y está adecuada a los “ciclos” cósmicos, en contraposición al tiempo de la ciudad moderna.

Pero la puntualidad va más allá. Es un compromiso contraído con otra persona. Llegar a tiempo es honrar la palabra de uno mismo, y valorar el tiempo del otro. Es sin duda alguna una cuestión de respeto. No se diga en una reunión u evento. No solo es una cuestión de tiempo y recursos, ante todo es una muestra del valor del compromiso ante el otro.

Si bien la cultura es un hecho colectivo, también incluye nuestras acciones y decisiones individuales.

Rompamos con la llamada “hora ecuatoriana”, obliguémonos a ser puntuales en nuestros eventos, honremos nuestra palabra, y valoremos el compromiso con el otro. Hagámoslo no por una cuestión productiva, sino por la cosecha individual de valores y respeto al colectivo. (O)