La democracia está sintiendo el vértigo que provoca la posibilidad, nada remota, de un paso en falso cuando se anda por caminos peligrosos. Y con lo de la cornisa no me refiero solo a nuestras democracias sudamericanas sino a toda la democracia, por el impacto tremendo que están teniendo las redes sociales en la vida pública de las naciones.

La educación es el remedio contra la manipulación de las redes y también contra la velocidad de los cambios sociales.

En Ucrania se libra hoy una guerra (según Von Clausewitz es la continuación de la política por otros medios) relatada en tiempo real, en la que los soldados llevan una cámara en el casco y el celular en la cartuchera. No sabemos cómo terminará, pero Putin parece Goliat con tanques y Zelenski David con redes sociales.

Y lo mismo pasa en la política. Es perfectamente posible que en junio alguien invente un candidato que gane en agosto... y después no sepa qué hacer. Y esa posibilidad, que es real y que estamos viendo en unos cuantos países del mundo, es la causa del fracaso de esos mismos gobiernos. Es que Tik-Tok puede servir para ganar elecciones, pero no sirve para gobernar.

Las redes sociales son hoy la peor amenaza para los procesos electorales, que no son la esencia de la democracia, pero sí un ingrediente elemental. Lógicamente el peligro no son las redes en sí mismas, que como toda cosa inerte, depende de la voluntad de quienes las usan. La impresión rápida es que el mundo será de quienes las sepan aprovechar para manipular a las masas que votan para elegir candidatos. Y da verdadero pavor pensar en esa herramienta a merced de la imbecilidad colectiva o en manos de los tiranos banderas y de los patriarcas otoñales.

Frente a esta realidad hay tres problemas que resolver.

El primero es el anacronismo de los políticos, que siguen pensando en manifestaciones multitudinarias en las que no juntan a nadie si se las compara con los números de las redes sociales. La inexperiencia anacrónica los deja desnudos frente a los que sí saben y los lleva a confiar en ellos solo para llegar al poder.

El segundo es la velocidad del cansancio social. Lo estamos viendo ahora en Colombia y también en la Argentina, donde nadie puede predecir quién será próximo presidente de la Nación ni para qué lado rumbearemos.

El tercero es la ignorancia, que es la verdadera pobreza de nuestro pueblo y de cualquiera, la que nos deja inermes a merced de quien nos quiera manipular. La educación es el remedio contra la manipulación de las redes y también contra la velocidad de los cambios sociales. Un pueblo educado sabrá elegir, pero sobre todo y más que nada, sabrá vivir en democracia, que es bastante más que elegir a las autoridades. (O)