El presidente Guillermo Lasso no tenía más alternativa que recurrir a la muerte cruzada. No podía poner el cuello para que un afilado cuchillo de 96 votos lo degollara. El antecedente de la elección de presidente de la Asamblea era una demostración de su destino. Hubiera sido una tontería dejarse censurar teniendo a su mano la mejor arma constitucional. Era previsible el hecho y los observadores nos preguntábamos cuándo la decretaría. El mismo día 17, antes de que se iniciara la jornada laboral, ya estaba el decreto y la fuerza pública se instaló para evitar mayores demostraciones y desmanes.

El presidente asume una dictadura constitucional. No asusta a los que han leído la historia de Roma. En la república existía como magistratura a la que acudía el Senado en caso de graves crisis internas, como pestes, guerras civiles, o cuando había que enfrentar una invasión extranjera. El dictador recibía todos los poderes y los aplicaba para solucionar los problemas. Una vez resueltos, devolvía los poderes al Senado. Claro que hubo dictadores abusivos como Lucio Cornelio Sila, pero aún este, transcurrido un tiempo, se retiró a su casa en la Campania.

Noticias sobre la muerte cruzada

El presidente Lasso puede aprovechar las facultades que ha asumido para, por ejemplo, resolver el problema esencial de la falta de empleo, actualizando el Código del Trabajo, previo acuerdo entre los trabajadores y los patronos. Aplicar mano dura contra los capos del narcotráfico que contratan sicarios para matar a sus enemigos o a quienes odian. Puede mejorar su exitosa campaña de salud, mejorando los hospitales, facilitando la compra y entrega de medicinas a los más pobres y pagando las deudas que tiene con Solca y la Junta de Beneficencia. Debe ofrecer mejor educación en todos los niveles, también en la universidad. Será bueno que complete y modernice el armamento de la fuerza pública, que en esta crisis ha sido su principal apoyo, y lo merece.

Pocas y concentradas tareas, bien hechas, con honradez y eficiencia. De esta manera justificará su dictadura y podrá salir airoso de la exigente prueba. Recuerde a don Clemente Yerovi.

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Una palabra sobre los candidatos a las elecciones de la Asamblea. Esta ha sido la institución peor calificada por el mal trabajo realizado, porque se pasó jornadas enteras en conspirar contra el presidente elegido por el pueblo. Muchos de sus miembros son indignos de ser llamados “honorables”. No voy a repetir la retahíla de cargos de su indignidad. Pero ya algunos pretenden ser nuevamente candidatos a la Asamblea. Sería una grave contradicción rayana en la estupidez que se les permita la audacia de ofrecerse, porque seguirán haciendo lo único que saben: oposición, negatividad, odio, ignorancia e ineptitud.

El problema es que no hay legislación a aplicarse en ninguno de estos menesteres porque la muerte cruzada es una acción inédita en nuestra historia y los redactores de la Constitución de Montecristi nunca imaginaron que en este asunto les salió el tiro por la culata. Y otro más peligroso es que el pueblo no tiene memoria, se deja engañar con ofertas vacuas. Era la cima del presidencialismo, la culminación de su obra nefasta. ¿El dictador puede hacer algo? (O)