Leonidas Iza, el zar de la Conaie (Confederación de Nacionalidades Indígenas del Ecuador), decretó una guerra contra la minería a escala en el país. Que los empresarios no inviertan un dólar más en sus proyectos porque lo van a perder todo. Incitó a una “defensa territorial” para frenar la expansión de esta actividad productiva. Una distracción que tiene por objetivo estratégico promover las candidaturas de Pachakutik, en la Sierra central y Oriente, y el No en la consulta popular so pretexto de que el Gobierno ha incumplido los acuerdos respectivos en las mesas de diálogo.

En Ecuador hay solo dos grandes proyectos mineros en Zamora Chinchipe, Mirador y Fruta del Norte, que exportaron 2.800 millones de dólares en 2022 de refinados de oro, plata y cobre, muy cerca de desplazar al banano como tercer producto de la canasta, liderada por el petróleo y el camarón. Se generaron 643 millones de dólares en el pago de impuestos y regalías, al tiempo que el sector ofreció a 185.000 ecuatorianos un empleo directo o indirecto.

Exportaciones de oro crecen más que las de petróleo y camarón

A manera de guía, Chile y Perú poseen, cada uno, una veintena de yacimientos mineros de clase mundial, procesando los grandes hasta 300.000 toneladas al día cuando los nuestros están por 5.000. Aun así, hay otros diez proyectos en estado de maduración que apuntan a un histórico boom durante la actual década.

Lo que no dice Iza (...) es que la minería informal o artesanal es la que más depreda el medioambiente.

Uno de los principales es Cascabel, en Imbabura, que explotaría oro y cobre en modalidad subterránea, con mitigación de impacto ambiental, para producir 70.000 toneladas de subproducto que se evacuaría por tubería hasta el puerto de Esmeraldas. Al igual que los demás, está frenado por la demora en el otorgamiento de las licencias ambientales y el boicot de la burocracia de nivel medio que milita en el club del activismo antiminero.

La sed por el oro ahora afecta al Parque Nacional Podocarpus en Ecuador; detectan túneles subterráneos y campamentos de minería ilegal

Lo que no dice Iza, por conveniencia, es que la minería informal o artesanal es la que más depreda el medioambiente, evadiendo cualquier control. No importa que haya mafias y narcolavado en una actividad sujeta a la explotación laboral y trabajo infantil; lo que cuenta es cargar contra la minería a escala por razones ideológicas, en una lucha personalísima contra el capitalismo global. ¿Por qué no denunció oportunamente lo sucedido en el río Yutzupino, Napo, donde el Gobierno intervino en 2022 capturando 124 retroexcavadoras, 90 motobombas y tres camiones? Se impidió que continúe la caótica explotación aurífera a cielo abierto, que lamentablemente se ha fragmentado y relocalizado en sitios como Confluencia y Naranjalito.

Lo grave es que mientras a la minería formal grande o mediana se le prohíbe utilizar mercurio para amalgamar el oro, en la informal sigue siendo una práctica común, constituyendo la mayor fuente de contaminación de los ríos donde operan infinidad de lavaderos. A consecuencia del uso de sustancias nocivas en la refinación, las muestras de agua de la zona registran elevados índices de metales pesados como cobre, hierro, plomo, aluminio y manganeso, que exceden los límites permitidos para la preservación de la vida acuática y silvestre.

Ante estas calamidades que demandan una política pública integral, Iza opta, taimado, por el oportunismo y la politiquería. (O)