He revisado las propuestas de diversos pensadores para definir “pasión” y sus intentos de enumerar las tendencias humanas que pueden calificarse como tales. En español y en muchas lenguas indoeuropeas los términos que nombran esta condición son polisémicos, es decir tienen simultáneamente significados distintos, lo que complica la determinación de qué es lo que debemos entender por tal. En el saco de las pasiones suelen incluirse instintos, sentimientos, impulsos, adicciones, emociones e incluso patologías, que pueden ser similares, pero no pertenecen a los mismos géneros. En la actualidad la neurociencia, la bioquímica, la psicología evolutiva y otras ciencias biológicas tienen mucho que decirnos sobre estas entidades, pero en la medida que explican diversas situaciones, las arrancan de lo que, de manera vaga y a lo mejor equívoca, la literatura y el lenguaje corriente entienden por pasión. En el momento en que una tendencia o impulso se medicaliza, es decir puede ser tratado o curado, deja de ser un problema moral para convertirse en una realidad médica.

Primer paso, larga marcha

Así, subsiste la perplejidad y el misterio de la pasión. De todas maneras, podemos decir que existe cierto consenso sobre las características que tendrían estos impulsos. En primer lugar, son afectos fuertes, cuando decimos que alguien está “apasionado por”, entendemos que está dispuesto a hacer esfuerzos inusuales para conseguir el objeto de su pasión. Segundo, tienen algún grado de irracionalidad, o sea que no necesitan una explicación razonada e informada que las sustente con lógica. Se puede explicar la preferencia por el objeto, entendemos que se busque algo bueno o bello, pero la intensidad con la que se lo procura es irracional por ciega y desmedida. Tercero, se supone que se mantienen en el tiempo y sus manifestaciones se repiten, no es propio hablar de pasiones de un instante y rozamos aquí con la idea de las obsesiones. Cuarto, las pasiones provocan en el sujeto apasionado emociones, como la alegría y la ira, que surgirán según la realización o frustración que obtenga de sus afanes. Concomitantemente, asociadas con estas emociones, se producen sensaciones, reacciones corporales, como calor, escalofrío, hipertensión. Esta característica nos hace sentir que una pasión nos abarca en “alma y cuerpo” y llevan a hablar de que la sentimos con tal o cual órgano, amamos con el corazón, odiamos con el hígado.

El liderazgo y la comunicación

En general, las pasiones no son bien vistas, la gente las teme, las confunde con la demencia, por eso decimos que alguien “está loco por”. Las pasiones pueden perseguir objetos buenos o malos, pero por su efecto siempre son peligrosas, el apasionado frustrado puede caer en toda clase de excesos y errores por sublime que sea el objeto codiciado. Muchas prácticas ascéticas, místicas o simplemente devocionales proponen erradicar o al menos sujetar estas tendencias humanas. La vivencia y la práctica de un pensamiento racional sistemático es otra opción para conseguir controlarlas. Por lo pronto, un consejo para los tiempos que corren: siempre gobernar la pasión y jamás gobernar con pasión. (O)