La gente ya no se junta tanto por ideologías, sino por acciones concretas. La política se ha fragmentado y el rol del político es juntar esas piezas dispersas. Antes la comunicación era directa y lineal; ahora hay dispersión y multiplicidad: los canales tradicionales no han desaparecido, pero las redes sí han abierto vías impensables. Cada partícipe se torna comunicador y a la vez explorador/creador de información (real o falsa). Los temas ya no son los mismos, como señala Jaime Durán: Los jóvenes no hablan de guerrilleros, sino de hackers; les preocupa la robótica, no el proletariado; alzan pancartas defendiendo el matrimonio gay y la legalización del aborto… Cualquier persona puede dialogar con cualquier otra sobre cualquier tópico y generar una asociación alrededor de cualquier tema. Nos informamos de todo lo que ocurre en tiempo real; volaron en pedazos las mediaciones de la autoridad familiar, política o religiosa… Las manifestaciones se inician con un evento, como la autoincineración de un vendedor en Túnez o el alza de combustibles en Ecuador, y son el detonador de un huracán que no tiene relación con el incidente original…

Señala Álvarez de Toledo: La “política pop” retrata la diferencia entre la política grande y el culto a la personalidad que degrada la democracia. En EE. UU. lo llaman “political fandom”. Los votantes, ya ni siquiera clientes: directamente fans. Los líderes, ya ni siquiera productos de laboratorio: efímeras estrellas mediáticas. Su objetivo: acumular likes…

La gente en la política busca el lado divertido, lúdico, el poder enviar o recibir un meme: todo es más efímero… Gobernar en ese entorno es el desafío de la nueva política, porque si no se abre la puerta al populismo y a la “legitimidad” de la violencia callejera.

Algunos quisiéramos que la política deje de ser una correa de transmisión tan importante en la sociedad.

El realismo de Álvarez de Toledo: Para bien y para mal no hay nada más importante que la política. Es la actividad donde irracionalidad, cinismo, cobardía y mentira alcanzan su mayor capacidad de destrucción. Y, por tanto, es donde también resulta más urgente una intervención a favor de la inteligencia, razón y verdad.

Algunos quisiéramos que la política deje de ser una correa de transmisión tan importante en la sociedad. Que los ciudadanos pudiéramos conectarnos y decidir. Que las nuevas tecnologías nos permitan “votar” para tomar decisiones concretas y directas. Pero, como eso es aún una utopía, necesitamos mejorar sustancialmente la calidad de la política, pero tenemos lo peor, con causas claras. 4Pelagatos: a) Los políticos se dedican a resolver sus problemas, no los de la gente. b) Improvisan, no se preparan para gobernar: no saben que no saben. c) Como nadie les toma cuentas, da lo mismo que lo hagan bien o mal, y eso facilita la mediocridad, que produce corrupción. d) Los partidos son clubes electorales, no tienen centros para pensar y formar a sus líderes. e) Son sistemas ultracentralizados, antidemocráticos y distanciados de la gente.

Mejorar y aminorar el peso de la política es una batalla cultural en las mentes, porque es en la POLÍTICA, con mayúsculas en su sentido positivo, donde debemos encontrar la capacidad colectiva para mejorarla y no dejarnos ganar por los intereses políticos (en minúscula) de algunos. ¡Enorme desafío! (O)