Alguien dijo un día que el Ecuador es una gran hacienda con vista al mar. Si analizamos el contexto político en el que el país se ha desarrollado desde que se declaró independiente de los españoles y se convirtió en república, podríamos concluir, lamentablemente, que es así, porque la pugna por el poder para ser ostentado o detentado, según los casos, por unos cuantos que se creen con derecho a gobernarnos y, por tanto, dueños, amos y señores de las riquezas nuestras y de las personas, existe desde esos inicios hasta hoy en que vivimos un escenario similar, pero con distintos actores.

Después del grito libertario surgieron los partidos políticos, que se turnaban en el mando, incluso haciendo fraudes electorales, de los cuales se acusa aún en nuestros días. Actualmente existe una proliferación de estos, más los movimientos políticos, todos ellos, o casi todos, con ansias infinitas de ser elegidos por el pueblo para “gobernarnos”, no precisamente para satisfacer las necesidades acuciantes que padecemos, sino para disfrutar de las prebendas que esto significa y, en muchos casos, de volverse millonarios de la noche a la mañana, después de haber engañado a los votantes con falsas promesas, porque difícilmente llegan a cumplirlas.

Y esto es lo más indignante e insoportable de todo. No les importa que la gente clame por agua potable y entubada, que no tengan una casa decente donde vivir, que no sean atendidos en su salud, que niños y jóvenes sean víctimas de la drogadicción, que profesores y jubilados clamen por un estipendio y una pensión justos, que no haya caminos vecinales por donde sacar los productos de los pobres agricultores que, en estos momentos, están padeciendo por las intensas lluvias que han arruinado sus cosechas; que la gente ha perdido a sus seres queridos y sus viviendas por los deslaves, que la informalidad sigue creciendo porque no hay empleo suficiente, que los inversionistas se abstienen de poner sus capitales por la inseguridad jurídica que sufrimos y, lo peor, que las vías, calles y plazas se han convertido en regueros de sangre provocados por el crimen organizado que se ha vuelto incontrolable en una ola creciente de inseguridad y terror.

No hacen falta pruebas de un delito que parece no haber sido cometido. No. El plan es perfectamente maquiavélico...

En el juicio al presidente Lasso no hay otro objetivo que ese, hacerse con la “corona” cueste lo que cueste. No contarán los muertos y heridos inocentes y el cierre de negocios que se producirán en nuestra querida capital. Ni tampoco las grandes pérdidas que padezcamos todos y que pauperizarán más a los ecuatorianos. Tampoco se considera si el juicio que se inicia hoy en contra del primer mandatario tiene una base jurídica en la cual se justifique su salida. No hacen falta pruebas de un delito que parece no haber sido cometido. No. El plan es perfectamente maquiavélico: lo único que cuenta es el fin, no los medios.

La jugada está clara. ¿Quiénes están detrás de todo este macabro escenario? No es difícil adivinar. Aquellos que, como dijimos antes, persiguen la torta para repartírsela según como les toque.

Todo este sainete se debe a un solo motivo: la pugna por el poder. (O)