En 2010 el filósofo y exalcalde de Bogotá Antanas Mockus hizo una encuesta para el BID en varias ciudades de Latinoamérica, entre ellas Quito, sobre convivencia y cultura ciudadana. Recuerdo algunos aspectos de esos datos, que en estos 13 años han empeorado. Esta semana nuevos alcaldes y prefectos inician el privilegio de dirigir a nuestras ciudades y territorios, algo cada día más difícil en una realidad en que las agrupaciones políticas, cualquiera que sea su tienda, tienen muy exigua representación en votaciones donde la mayoría votó por otros.

Desde que vi los primeros datos de la encuesta de Mockus, recuerdo sentir que los ecuatorianos deberían tener espejos en lugar de ventanas para tenerse a sí mismos de vecinos. No querían cerca a extranjeros –en esa época colombianos, hoy serían venezolanos–, ni rockeros, ni personas de diversidad sexual, ni siquiera personas infectadas de VIH, etc. Los porcentajes de intolerancia a los distintos eran muy altos, bastante superiores a otras ciudades de Latinoamérica. Otros hallazgos que el simpático y excéntrico colombiano llegó a comentar en múltiples entrevistas y conferencias posteriores era el poco respeto a las leyes.

‘Vamos a respetar el derecho al trabajo, pero tenemos que ordenar a la ciudad’, dice Pabel Muñoz en su posesión como alcalde de Quito

Corporación para la Seguridad Ciudadana pasaría a ser una empresa pública municipal y se llamaría ‘Segura’

Guayaquil y Quito tienen tasas de siniestralidad en vías que duplican y triplican las de capitales de la región. El problema de la movilidad es uno de los más acuciantes en nuestras ciudades y tiene que ver con la cultura de la impunidad y desdén hacia la vida tanto de choferes de transporte privado como público. Pocas veces el chofer enfrenta consecuencias por irrespetar las normas, tampoco los usuarios exigen su derecho a transitar con seguridad. Una cultura ciudadana de “dejar pasar”, ilusionarse de que “no me pasará a mí”… aquello que tan a menudo ocurre en nuestras vías y calles: morir o quedar lisiado. No hay alcalde que sea capaz de revertir ese maltrato cotidiano, que proponga un transporte realmente público municipal, respetuoso. Que desbarate a las mafias, con las que, si no pactó antes de la elección, seguro lo hará ahora desde el municipio a pesar de que su principal problema de seguridad y de movilidad reside en ese pésimo servicio que favorece privadamente a los dueños de los transportes de personas, y de materiales también.

¿estarán a la altura de mostrar que pueden convocarnos a crear proyectos de ciudades inclusivas, que distribuyen beneficios...?

El éxito de las gestiones en los GAD dependerá de que las autoridades electas sean líderes capaces de aglutinar a los distintos, a los que no votaron por ellos. Que superen la intolerancia explotada como atributo durante sus carreras políticas en partidos liderados por personajes agresivos que esperan fidelidad personal más que eficacia y buen gobierno. En estos primeros 100 días, ¿estarán a la altura de mostrar que pueden convocarnos a crear proyectos de ciudades inclusivas, que distribuyen beneficios y acceso a derechos, pero que también cumplen con obligaciones e intentan ser responsables?, ¿podrán hacerlo a puertas de ir a elecciones anticipadas donde sus líderes quieren conquistar el poder para, principalmente, conseguir impunidad y negocios?, ¿serán capaces los alcaldes y prefectos de decir NO a los intereses de sus partidos y trabajar por el derecho que tenemos a ciudades y territorios más justos y diversos? (O)