¿El líder nace o se hace? Durante más de medio siglo se han hecho múltiples investigaciones para dar respuesta a esta interrogante. Si bien es cierto que hay evidencia científica de que una minoría de líderes nace con las cualidades para convertirse en tal, lo que verdaderamente influye en la formación de un líder es el aprendizaje obtenido de su entorno inmediato o por su posterior capacitación en liderazgo.

La mayoría de la población no ha tenido la oportunidad de reconocer al liderazgo como una competencia que se desarrolla con el tiempo, pero quienes sí lo han sabido promocionar así son la mayoría de escuelas de negocio o administración que apuestan por capacitar a sus estudiantes de posgrado en liderazgo. Según el Foro Económico Mundial, los postulantes del lugar de trabajo de los próximos 10 años deberán contar con habilidades provenientes del aprendizaje social y emocional, compuestas por habilidades blandas y técnicas que tienen el potencial de evitar que las personas sean completamente sustituidas por las máquinas en el futuro cercano. Dentro de estas habilidades requeridas se destaca la capacidad del profesional de adaptarse a los cambios de su entorno por medio de cualidades como consciencia social, iniciativa y liderazgo.

La mayoría no ha tenido la oportunidad de reconocer al liderazgo como una competencia que se desarrolla con el tiempo...

Existen definiciones de liderazgo muy variadas como, por ejemplo, que el líder es aquel que ha logrado generar influencia en muchas personas, que es aquel quien ha marcado un hito en la historia o que se trata de aquella persona dispuesta a ayudar a su prójimo. Por ello, comprender que las habilidades de liderazgo son cualidades que se desarrollan con tiempo y la práctica permite confirmar que el líder no “nace”, “se hace” a través de ciertas costumbres y una mentalidad con apertura al aprendizaje.

Así como existen estilos de liderazgo ya definidos por la literatura, existen también especialidades de liderazgo que se adaptan al sector al que el líder pertenece. El liderazgo puede promover valores específicos en una cultura organizacional o comunidad –por ejemplo, liderazgo social, liderazgo sostenible, liderazgo disruptivo, etcétera–, de allí lo importante de un nuevo estilo de liderazgo que emerge producto de la necesidad de concientizar sobre la importancia de la diversidad, equidad e inclusión, y su práctica adecuada en el ámbito laboral y comunitario.

De esta manera, se define como liderazgo equitativo a aquella práctica de un liderazgo que abarca más que un liderazgo femenino –o empoderamiento femenino–, ya que en este liderazgo se es consciente de la importancia de incluir talento diverso en todas las esferas laborales e instancias directivas, con una equidad que brinda oportunidades para todos, como los grupos minoritarios o poco representados. Contar con distintas perspectivas y dar voz a esa diversidad humana en el lugar de trabajo permite que las organizaciones atiendan de mejor manera el comportamiento del consumidor, las nuevas tendencias y las oportunidades de mercado desde una perspectiva competitiva e innovadora, capaz de generar propuestas de mercado adaptadas a las verdaderas necesidades de variados segmentos de consumidores, evitando posturas sesgadas o limitadas. (O)