El mundo moderno está inundado de redes sociales, de medios digitales, y de mil modalidades que existen para enviar datos e información a la colectividad.

La ligereza y la falta de análisis sobre estos materiales van produciendo una confusión y una incapacidad de los ciudadanos de realmente entender lo que está pasando.

Pero no solo esto, sino que con una facilidad impresionante, con una ligereza nefasta, se dicen mentiras, o se tergiversa la realidad; se hace daño a personas y a instituciones, y no se tiene luego el cuidado de aclarar o pedir disculpas, y generalmente la disculpa es siempre de menor calibre y mucho menos potente que el daño inicial de la noticia tendenciosa o falsa.

Recientemente, un medio digital español acusó a un extraordinario pastor como es el arzobispo de Quito, monseñor Alfredo Espinoza, de haber protegido y de no haber actuado correctamente con un sacerdote abusador.

Más aún, realmente con maldad, dicho medio indicó que en un retiro espiritual con los sacerdotes de la diócesis, monseñor Espinoza habría dicho a sus sacerdotes: “Si hacen tonterías háganlas bien para que nadie se entere”. Tal supuesta frase es un insulto a la inteligencia y a la integridad del obispo primado del Ecuador.

La diócesis de Quito respondió y explicó al medio por qué todo lo dicho no era verdad, que se habían seguido todos los procedimientos canónicos respectivos, y que además jamás hubo la supuesta reunión en la cual el arzobispo habría dicho soberana tontería, como le atribuyó el medio español.

Dicho medio jamás llamó antes de la publicación de su tendenciosa e incorrecta noticia al arzobispo para preguntarle su versión. Jamás verificó con el arzobispo si hubo la reunión con los clérigos de la diócesis. Dio la noticia con una versión que alguien con claras intenciones de difamar proveyó al medio, y el medio incumplió con la obligación de buscar la otra versión.

El medio publicó la aclaración del arzobispo de Quito, pero jamás pidió una disculpa. Hoy se cree que “otorgar el mismo espacio para que la persona aludida u ofendida publique su versión” es suficiente; pero no lo es. El daño está hecho y si no existe un reconocimiento del medio de su error, y/o de su mala intención, el espacio que otorga al agredido para explicar no es remedio para el mal causado, no es sencillamente suficiente.

El mundo moderno está lleno de estos episodios. Y en un número increíble de casos, las redes sociales hasta ocultan al verdadero originador de las mentiras, o distorsiones, o verdades a medias, que escondidos en el anonimato hacen un daño terrible.

Si todos los ofendidos decidieran plantear un recurso legal ante el abuso de los medios digitales, o de los usuarios de redes sociales, no habrían suficientes jueces en el planeta para atender estas demandas.

Los ciudadanos decentes están por lo tanto en una inferioridad de condiciones terribles frente a la infamia, a la difamación, a la mentira y a la manipulación que el mundo digital impone hoy sobre la sociedad. (O)