Ni siquiera cuidan las formas. Fue el propio candidato Daniel Noboa quien propuso, al 52 % de ecuatorianos que lo eligió, a su binomio presidencial para someterla a la decisión soberana de las elecciones. Y fue ella –debemos admitirlo– quien con involuntaria decencia contó cómo sería un gobierno de corte neoliberal, entregado a la intervención extranjera, con desprecio por lo público: sin educación ni salud pública, desconocimiento de derechos de sectores vulnerables, descalificación de la lucha feminista y atropello a sus conquistas. Y así mismo lo está haciendo Noboa: ¡ni para quejarse!

Ahora, en lugar de hacerse cargo, ha desatado una persecución judicial y política descaradamente burda ante el silencio cómplice de medios y entidades democráticas. Porque en este punto nos toca repetir la muletilla de que “jamás comulgaría con las ideas retrógradas y antiderechos de Verónica Abad”, pero tampoco permitir que por esos entuertos de binomio, que nunca han aclarado, se pisotee el Estado de derecho, las normas y leyes que nos rigen.

Y permitimos, digo, que se instale el destierro político disfrazado de misión diplomática como “colaboradora de la paz” en un escenario de guerra entre Israel y Palestina, para mantenerla alejada de la figura presidencial y presionarla a dimitir del cargo.

Luego se puso en escena a la “vieja confiable”: un denunciante inconforme, un fiscal dudoso, una jueza que ha demostrado ser eficiente y La Roca como escenario. Ingredientes para una trama que llamaron Nene y en la que está involucrado el hijo de la vicepresidenta, Francisco Sebastián Barreiro Abad, a quien en desproporcionada medida lo recluyeron en la cárcel emblema de la inseguridad, violencia y proscripción política.

En paralelo, un tipo de apellido Guarderas pretendió hacerse con la recompensa por la cabeza de Abad intentando descalificarla por una presunta campaña anticipada cuando terció por la Alcaldía de Cuenca, aunque lo que realmente provocó es que los dardos también apunten a Daniel Noboa y sus campañas anticipadas para pasadas, presentes y futuras consultas y elecciones.

Todo consensuado con el concurso “periodístico”, como la más reciente fake del canal incautado que soltó un cuento sin rigor, sin pruebas, sin contrastes. Pura estrategia, bilis y saliva gratuita en torno a presuntos trolls. Ya lo de las redes no asombra: mentira y calumnia como principios rectores, de lado y lado. Hasta los

EE. UU. entraron al tablero: el retiro del certificado latinoamericano de buena conducta política, al que llaman visa.

Locuaz –a diferencia de Noboa, sí es capaz de estructurar un discurso medianamente coherente o al menos sostener la palabra articulada oral por más de 15 minutos–, Abad ha plantado su propia guerra y se ha aferrado a su derecho a la sucesión presidencial para cuando Noboa deba dejar la anticipada y entrar a la campaña oficial por la reelección.

Pero ¿qué rol toca al ecuatoriano común ante las evidencias de persecución y violación de derechos de quienes, por ahora, ostentan el poder? Que la protesta nos dé voz. Y que las urnas lo decidan. (O)