Se me sobrecoge el corazón al escribir este artículo. Ya verán por qué. Una niña feliz, sonriente, constante, un tesoro para sus padres se fue de este mundo hace unos días. El golpe fue terrible, la sorpresa inconcebible. Luciana estudiaba en la primaria del colegio Santiago Mayor de la Universidad Católica de Santiago de Guayaquil. Desde el preescolar era compañera de mi hijo. Sus ojos algo chinitos eran muy representativos, al igual que su sonrisa. Se fue inmerecidamente de este mundo. Entiendo que la causa fue un mosquito. Un mosquito capaz de producir mucha tristeza, de marcar una familia, de entristecer una escuela. No pudo asistir al nuevo año lectivo, sus útiles seguramente ya estaban comprados, la ilusión de sus padres: encendida por el nuevo año. La partida de Lucianita nunca será racional para su familia. Su cuarto, sus cosas, sus muñecas seguramente la esperan, no hay cómo explicarles que nunca volverá. El desconcierto tal vez dure una eternidad. ¿Puede haber una lección aprendida de un evento así? No lo creo. Perder un hijo debe ser un dolor terrible. ¿Le echaremos la culpa a las lluvias?, ¿o solo a la vida por tan grande injusticia?
Las cosas alrededor de la salud deben cambiar radicalmente en el Ecuador. Esta noche (18 de mayo de 2025) vi un reportaje espeluznante de Ecuavisa: en un conocido hospital público de Guayaquil diversas áreas no tenían los más elementales implementos. Entre ellos, la básica gasa. Se mostró una imagen que reflejaba saturación total de camas en un área; el reportaje mostró una aparente operación con el piso bastante mojado, exhibió también una serie de incumplimientos de acuerdo con un cuadro - informe. En un área de cirugía habría un techo con riesgo de caer. Vienen a mi memoria varios reportajes sobre la terrible y prolongada situación del hospital Luis Becerra de Guayaquil, la que espero se haya superado. También varios reportajes sobre las dializadoras. La vida es muy especial, suele dar unos giros tremendos: el rico se hace pobre, el pobre se hace rico. El que está arriba cae, y el que está abajo sube. Podemos llegar a necesitar atención en un hospital público. Si la ley exige planificación en compras públicas, si dicha planificación no puede dejar de hacerse, si el Estado asigna presupuesto para comprar medicinas e implementos médicos, ¿por qué seguimos viendo a lo largo de los años tantos reportajes sobre las carencias en hospitales públicos?
Merecemos ser atendidos gratuitamente si no tenemos dinero para un servicio privado. El Estado debe dar un giro extraordinario en la administración hospitalaria. El Gobierno tiene el respaldo del pueblo para hacerlo. Hay que voltear la página y mejorar ostensiblemente por el bien de todos.
Y para ti, Lucianita, dos estrofas:
El esplendor de tu mirada, tierna y dulce/vivirá siempre en el alma de los tuyos;/porque sin ti, si bien no hay un mañana iluminado,/estás en sus almas, por todo lo que has dado.
El verdadero amor nunca se va,/y si se va no es verdadero; /sembraste dulzura y bondad/y cosechaste un amor imperecedero.
Paz en la tumba de Lucianita Barchi. (O)