En los discursos de campaña de los últimos aspirantes a la presidencia, una constante ha sido la promesa de optimizar los recursos públicos, con la intención de hacer del Estado una maquinaria más eficiente. El foco principal de estas propuestas suele ser la reducción del gasto público, especialmente en lo relativo al Talento Humano. Pero, ¿es realmente este el origen del problema fiscal del país? O, más bien, ¿estamos viendo solo la punta del iceberg? Para entender mejor este debate, veamos qué ocurre en países con alto desarrollo y calidad de vida, donde los ingresos superan con creces la canasta básica. Observemos el porcentaje de empleos en el sector público y privado respecto al total. Aunque cada país tiene particularidades demográficas, la comparación sirve como punto de partida para entender cómo se distribuye el empleo en economías más estables.
En Europa, por ejemplo, Noruega destina el 31 % de sus empleos al sector público y el 69 % al privado. Suecia sigue una lógica similar con 29,5 % y 70,5 %, respectivamente. En Asia, Japón apenas alcanza un 5 % de empleo público frente al 95 % en el sector privado. En América Latina, Brasil cuenta con un 12 % de empleo público, México con un 8 %, y Ecuador con cerca de un 11 %. A la luz de estas cifras, Ecuador no está sobredimensionado respecto a sus vecinos. Entonces, ¿por qué su gasto público resulta tan alto? La respuesta no debería ser recortar personal, sino repensar el modelo económico. ¿Debe el próximo presidente reducir la plantilla pública, o más bien generar condiciones para que este gasto no se vuelva insostenible? Me inclino firmemente por lo segundo.
Tomemos como referencia a nuestros vecinos: Argentina exporta más de 65 mil millones de dólares al año, Chile supera los 95 mil millones, Brasil los 280 mil millones. Ecuador, en cambio, apenas alcanza los 26 mil millones. ¿No tendría más sentido aumentar nuestras exportaciones para cubrir una parte de los gatos? ¿O mejor aún, fortalecer sectores estratégicos como la refinación de crudo o la generación eléctrica? La eficiencia del Estado no debe basarse únicamente en reducir el gasto, sino en mejorar la productividad del país. Es hora de dejar de pensar en un Estado pequeño y comenzar a pensar en un Estado inteligente, que genere riqueza y la redistribuya bien. El nuevo gobierno debe apuntar a convertir a Ecuador en un productor de bienes con valor agregado, promoviendo inversión, industria y una administración pública más estratégica. Solo así construiremos un país verdaderamente sostenible.
Ecuatorianos, meditemos el voto en torno a la sostenibilidad de lo que plantean los candidatos, y de la factibilidad de que sea posible. Recuerde estimado lector que siempre deberemos esforzarnos, y gane quien gane deberemos seguir trabajando, pero es más sencillo vivir mejor en un país que nos ayude a generar prosperidad, seguridad y condiciones de vida aceptables, con calidad de educación y salud. Señores candidatos a la presidencia, el modelo económico del país debe ser a medida, no estandaricen modelos globales a situaciones específicas. (O)