Esta semana le pregunté a un grupo de jóvenes si está en sus metas tener un hijo o hija. De 32 personas presentes solo uno afirmó que en diez años se veía casado y con hijos. Las actuales generaciones tienen en sus horizontes metas divertidas e importantes; se identifican con el cuidado al medioambiente y les rompe el alma ver a animales abandonados en la calle. Son gente con un corazón que vibra al ritmo del tambor, el reguetón y también al ritmo de esperanzas.

Presente y futuro de los ecuatorianos

Cifras clave sobre población

Mirando esos bellos rostros, les pregunté nuevamente ¿por qué no está entre sus ideas una familia e hijos? Las respuestas fueron realistas y duras; nosotros sus padres y madres les hemos entregado una sociedad menos segura, insalubre e incierta.

En ese escenario no quieren traer hijos e hijas para que sufran. Al parecer, estas ideas ya produjeron consecuencias, lo que se demuestra con los datos del último censo, donde la población creció menos de lo esperado; mientras las proyecciones estadísticas afirmaban que para el 2020 debíamos ser cerca de 20 millones, hoy no llegamos ni a 18.

Las mujeres y hombres jóvenes del Ecuador no quieren ver sufrir a nadie. Han asumido medidas anticonceptivas y hoy formar parte de la tendencia mundial de reducción de la maternidad, paternidad y de las familias. Poco a poco, las grandes reuniones familiares escasean, porque hay más parejas que se divorcian, que las que se casan, y los casados deciden no tener descendientes.

La población de Ecuador envejece y los jóvenes abandonan el país: ¿qué efectos tendrá este cambio demográfico en la economía?

Así, las calles se están tornando cada día más silenciosas; con una quietud que lejos de reconfortar hace eco de desolación.

Al reducirse las cifras de natalidad, los Estados afrontan nuevos desafíos; pues, existirán menos personas para fortalecer el aparato productivo y aportar para el seguro social. Junto a la disminución de wawas, otro aspecto a solucionar es la atención a las personas que envejecen y el apoyo a la población que supera los 70 años de edad.

Es urgente que las familias y sus jóvenes analicen el futuro horizonte nacional. Así, recordemos que las y los jóvenes de hoy también envejecerán y la pregunta que queda es ¿quién los cuidará?, ¿resistirán los Estados y sus estructuras la atención a una gran población anciana?, ¿están las ciudades preparadas para adecuarse a las nuevas realidades demográficas?

Las decisiones de hoy conforman el futuro inmediato y mediato; nos ponen en peligro o nos benefician a todos. Es hora de restaurar el diálogo, instalar la planificación detallada de lo que la población ecuatoriana necesita.

Para que la población mantenga el equilibrio demográfico se requieren fortalecer las políticas de empleo digno, asegurar la equidad de género y ampliar las oportunidades de educación superior. Todavía nos quedan metas importantes que cumplir y deudas que saldar con las jóvenes generaciones; para que aquellos rostros hermosos se animen ya no solo a cuidar de mascotas, sino a formar familias, respaldar a sus viejos, fortalecer la producción y mantener la fe, en que cada día es posible empezar de nuevo. (O)