Es increíble: insisten los concejales en que el secretario de Cultura de Quito comparezca ante el Concejo para explicar el ahorcamiento de un muñeco de cartón de Daniel Noboa en el Quitofest 2024 por parte de la banda de hiphop Mugre Sur, que tiene un cuarto de siglo de trayectoria. A la curuchupa y franciscana quiteñidad le ha indignado el gesto performático. Y es que el Ecuador jamás se ha caracterizado por su interés en la historia del arte o de la música. Sobrarían los ejemplos –Roberto Aguilar recoge algunos en un reciente y brillante texto– sobre los actos performáticos –crudos e incómodos– de algunas de las más emblemáticas bandas de rock. Lo que hizo Mugre Sur no es incitación al odio, pero sí una dura y brutal crítica al poder y una protesta ante la debacle del país, a la que –por decir lo menos– el Gobierno ha sido incapaz de responder.

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Sorprende, entonces, que los concejales se hayan acordado de la existencia del secretario de Cultura por esto y no por su nefasta gestión politiquera y vacua. Desde varias voces alertamos, por ejemplo, sobre el nunca fiscalizado uso de casi medio millón de dólares para que un grupo de amigos tenga su propia Feria del Libro: con el apoyo de la supuesta prensa cultural se miraron el ombligo, se felicitaron por ser tan amorosos y se repartieron los eventos y contactos. Muchos, sin votar por él, habíamos caído en el error de creer que Pabel Muñoz era un hombre de lecturas, consciente de la necesidad de una verdadera política cultural para Quito. Su silencio cómplice nos ha dejado en claro que prefiere a sus grupos de troles y que de lecturas, poco.

Delito de odio hecho ‘arte’

Hay que recordar a esa dizque intelectualidad cultural que calló y/o justificó, durante la funa del Libro de Quito 2024, la escandalosa censura a los comediantes Iván Ulchur y Ave Jaramillo por un chiste sobre Palestina. Hoy, por fin, han decidido defender la libertad de expresión. Y por medio de sus redes o algún artículo explican la capacidad y lucidez del arte para hacer protesta política e incomodar a las audiencias enajenadas con discursos oficiales. Y claro, pese a su conveniente doble estándar, hoy coincidimos, sobre todo cuando escucho las estulticias que esgrimió un ministro, otro funcionario de pocas lecturas al que le urgiría librar una batalla cultural para culturizarse. En cualquier caso, así como Mugre Sur tiene derecho a incomodar y manifestar su irreverencia, también hay el derecho de cuestionar su propuesta estética, incluso desde la profunda ignorancia ministerial, porque así debería ser la democracia.

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Lo triste es que gran parte de la sociedad ecuatoriana preferirá proteger a muñecos de cartón por sobre el derecho a la crítica y al disentimiento. No se discuten ideas, sino que se odia al que las piensa. Otra ministra denunció por supuesta violencia política de género a la abogada María Dolores Miño, probablemente la mayor conocedora sobre la intersección entre género y derecho. Así desnaturalizan las herramientas creadas para las mujeres víctimas de violencia. A los funcionarios públicos de hoy les es urgente el arte: quizá descubrirían que todo poder es efímero. (O)