“Sé que Henry Cucalón es la mejor opción, pero no se puede desperdiciar el voto, así que votaré por otra opción, ya que de lo contrario vuelve Correa”. Así más o menos he oído a muchas personas expresarse al hablar de las próximas elecciones.
¿Qué es desperdiciar? “Malbaratar, gastar o emplear mal algo”, dice el diccionario. ¿Entonces, gastamos la oportunidad de votar a quien creo es mejor opción? Hemos llegado a ese nivel de desamor a nosotros mismos y al Ecuador.
Traigo el ejemplo de Cucalón, pero sabemos que en democracia se puede, y debe, contar con varias muy buenas opciones. La reflexión que deseo ejercitar en este texto es la necesidad de creer en nosotros mismos en momentos de crisis, como los que estamos atravesando. Seguir eligiendo el menos malo, es reconocer que somos lo mejorcito de lo podrido, y eso no es cierto. Alguien nos quiso convencer de que somos unos tontos huérfanos de dignidad que nos engalanamos con una ciudadanía de mentira. Y eso también es falso. Tal vez es útil para quienes buscan súbditos y no ciudadanos.
Somos un pueblo que necesita convertir en realidad sus altas aspiraciones, nuestros nobles deseos, aquel derecho de convivir en una sociedad no violenta, justa y sana. Y, para ello, debemos optar por la experiencia y la formación. No debemos seguir empoderando a la mediocridad e improvisación.
¿Qué tipo de política hemos visto los últimos años? La de las venganzas, la del vocabulario soez, la de las cobardes confabulaciones para dañar al otro porque quiero lo que él tiene, la política de las bandas delincuenciales. Al habernos acostumbrado a ello, lo que en realidad vamos a hacer las próximas elecciones es votar por la banda amiga o por la banda con la que puedo sacar provecho. Siendo así, nos habremos infectado. Y eso es inaceptable.
Creer y votar por la mejor opción, sea cual fuese, es más temprano que tarde, también un beneficio individual, pues si tenemos una sociedad lo más cercano a la democracia tendremos una vida medianamente segura.
Si va a votar por ella, por él, por aquellos o estos, que sea porque atravesaron victoriosamente los criterios de honestidad, empatía, conexión con la realidad social, con formación académica y valor. Sí, ese valor que, desde la decencia, exigen los actos de gobierno necesarios para el bien común.
Lo invito a amar su voto, a que ejerza el derecho de suponer que su voto será el que determine quién será el futuro presidente, y que decida con conocimiento y con buenas intenciones para todo el mundo. Lo invito a que se desprenda de emociones vanas y estériles y elija desde lo más profundo de sus buenas intenciones a quien crea usted que es la mejor opción. Lo invito a que ame su papeleta de votación y que elija, no por temor a nada, sino por el amor a esta tierra que merece, al igual que nosotros, los mejores gobernantes. No desperdicie un acto de amor: vote por lo mejor amando al Ecuador. (O)