La durísima frase del título de esta columna es la que un muchacho le dice a su padre policía cuando este estaba tratando de conseguir información, en su escuela, sobre la muerte de una compañera apuñalada por un estudiante de 13 años, en la miniserie Adolescencia.
“Papá, no vas bien porque no entiendes”, le dice y agrega: “No estás captando lo que están haciendo. Quiero ayudarte a entender”.
Esta escena resume cómo la brecha generacional entre padres e hijos ha generado distancias incomprensibles que los separan.
Los jóvenes viven en la era digital repleta de lenguajes y símbolos específicos, casi incomprensibles para los adultos. Su contacto con el mundo real es a través de las redes sociales que les provocan estrés y mucha ansiedad. En ellas se les lastima, presiona para ser perfectos, obliga a comportarse de una determinada manera a fin de ser aceptados. A través de influencers manipuladores, muchos de los cuales sufren problemas de salud mental, se los hace adoptar modelos de conducta extraños sin que tengan las herramientas para comprender lo que les está sucediendo.
Este nivel de exposición a temas complicados, en edades en que los jóvenes son extremadamente vulnerables, los convierte en personas impredecibles que pueden utilizar la violencia como único método para defenderse. Tal es el caso de Jamie, que se ve influenciado por ideas de grupos incel (célibes involuntarios), presentes en redes sociales y varios blogs y foros que están en plataformas tecnológicas, desde 1997. Estos animan a que los hombres desarrollen un odio hacia las mujeres, a las que culpan del fracaso de su vida sexual y a los hombres que tienen una relación de pareja exitosa.
En el 2021, un incel llamado Jake Davison mató a cinco personas en Inglaterra. En 2014, Elliott Rodger mató a seis personas en California; antes de suicidarse grabó un video y redactó un documento de 141 páginas en los que las culpa de su virginidad.
La escena del policía tratando de entender, sin lograrlo, por qué Jamie, el protagonista de la producción Adolescencia, apuñaló a su compañera de clase es desgarradora porque se lo ve perdido. Su frustración es la misma que sienten los padres de Jamie cuando al final de la película, al analizar por qué su hijo se convirtió en un asesino, se culpan de lo sucedido, pese a haber hecho todo lo posible para ser buenos padres y dar buen ejemplo.
Su única culpa radica en no haber entendido el mundo actual de la manera en que los jóvenes lo necesitan y no desde la manera como ellos fueron educados.
Sin duda, una miniserie que vale mirar por ser una excelente crítica social, para todos.
Se trata de entender los horrores que puede ocasionar el poco control sobre la información a las que acceden los jóvenes a través de sus dispositivos electrónicos. Hay que aceptar como padres que esto no se soluciona con impedir a los hijos su acceso a lo que trae la tecnología. Se trata sobre todo de conectar emocionalmente con ellos, para desde esta intima conexión poder educar, comprender y sanar. (O)