Normalizar y naturalizar son conceptos sociológicos que muestran cómo conductas anómalas pasan a ser consideradas comunes y corrientes. ¿Explica eso por qué duró en redes sociales pocos días la noticia de la violación en grupo de adolescentes a una compañera que conocían por más de doce años? Un acto que fue planificado hasta para llevar un estupefaciente a otro país, es decir, con la certeza de salirse –como quién sabe cuántas veces antes– con la suya. El horror violento hacia ella –¿o ellas?– sin consecuencias para ellos. No ha habido mayor conmoción en la sociedad ni comentarios de los líderes nacionales, ¿es parte de la normalidad? Es una muestra –como otras de estas semanas– de la cultura de la violación aceptada como cotidianidad “natural” ecuatoriana.

Los datos de violaciones siguen en alza. Tal vez hay un poco más de denuncias en estos últimos 30 años –cerca del 15 %–, aunque el subregistro es inmenso y apenas 5 % de los violadores reciben condenas judiciales. Antes, en la secundaria, leíamos Huasipungo. Es un libro corto de Jorge Icaza, que llegó a ser el más alto exponente de la literatura indigenista ecuatoriana y el autor más leído del Ecuador en el resto del mundo. Entre varios temas de injusticia social hacia los indígenas en nuestro país, el libro habla de la violación de Cunshi por parte del patrón de hacienda. ¿Será que podemos hacer programas continuos en el sistema de educación para recuperar la lectura de nuestros autores y guiar el aprendizaje de los más jóvenes a pensar en la injusticia, la violencia, el machismo y la corrupción de nuestro país? Esas lacras tienen sitial preferencial en el desastre en que nos estamos convirtiendo como nación.

La violencia contra niñas y mujeres es brutalmente machista. Eso lo debe reconocer cada ecuatoriano, el no hacerlo muestra la deformación cultural y educativa de la formación de la gran mayoría. Debemos exigir que todos los profesores participen de manera continua y sistemática en abordar la violencia y machismo en el sistema educativo con la esperanza de incidir en todos los hogares ecuatorianos de manera positiva, transformadora.

Si reconociéramos como Ecuador la gravedad de este episodio –solo uno más de los miles que ocurren– estaríamos actuando para cambiar, hasta que sea anormal el machismo. Como escribió una vez Jorge Carrera Andrade pensando en un futuro luminoso: “Pero vendrá un día…”. Un día en que las niñas harán desde el inicio deporte junto con niños como iguales, para luego tener la misma inversión de recursos para mujeres y hombres en todas las categorías y disciplinas deportivas. Un día en que se reproche al estudiante que grita y se burla mientras se escucha a quien explica y pregunta. Un día en que se aproveche cada materia del currículo para mostrar lo que anda mal, con beneficio de inventario. Tal vez será en esas aulas donde a pretexto de una película o de Huasipungo, los educadores logren inculcar a los estudiantes la curiosidad y la voluntad para evitar que se reproduzca la dura realidad machista de la cultura de la violación que padecemos en nuestro país. (O)