La mesa puesta con amor: el mantel de flores, las tazas de porcelana con sus platos a juego, azúcar, pastel, detalles que evocan la acogedora casa de una abuelita donde sus nietos siempre se sienten bienvenidos. Pero no hay casa ni paredes ni techo ni abuela, solo la mesa y dos sillas en una plaza de Hamburgo. Un sencillo cartel nos invita a tomar asiento y disfrutar de un café como lo servía la abuela. Los pasantes, uno a uno, se van deteniendo conforme avanza el día. Dudan unos segundos hasta decidirse, intrigados, a sentarse. Entonces aparece un muchacho que les pone café y enciende una vela para preparar la atmósfera acogedora que acompaña ese ritual antiguo y vital de transferencia intergeneracional de sabiduría, ese instante de cariño, conexión y reflexión que nace en el seno familiar y cuya luz nos guía toda la vida.

Me aferro a este video como una forma de calmar el temor que me producen las elecciones que se celebran este domingo en Alemania. Hoy que tanta gente confundida mental y moralmente elige líderes como Trump, apoya y justifica a peligrosísimos dictadores como Putin, aplaude a billonarios nefastos como Elon Musk, necesitamos más que nunca de este tipo de acciones artísticas y políticas.

Ciertamente ustedes pueden ver el video con sus propios ojos, pero permítanme ser su guía lingüística y espiritual. Estamos, pues, en la casa de la abuela que mágicamente apareció en las calles de una ciudad alemana. Desconocidos de todas las formas y colores toman asiento y se dejan agasajar y serenar. Serenar porque apacigua e inspira la música que brota de la guitarra de un alemán de mirada dulce e inteligente que toma asiento frente a cada paseante que decide darse el tiempo para participar en este juego transformador. Serenar porque parecería una serenata dedicada a la abuela ausente, a su sabiduría que debería ser una lección eterna, un aprendizaje inviolable que sin embargo se empieza a violar.

Mientras los desconocidos disfrutan su café, canta el trovador: “Hola, abuelita, no quiero molestarte pero tengo miedo, más miedo que nunca. Tú que siempre te sentabas con nosotros a la mesa y nos decías: Nunca más es ahora. Hace mucho que te fuiste, pero cómo desearía que una vez más me escucharas con tu sabia comprensión. Porque otra vez estamos eligiendo nazis para representarnos en el Parlamento y se está volviendo tan duro resistir. Es que ya no nos escuchan y las soluciones que proponen son tan claramente un tabú. Fomentan el odio contra lo extraño (extranjero). En la humanidad, ya no se puede confiar…”.

O sí, pienso tras ver este video y reconocer a toda esa gente que alza su voz contra la xenofobia y el abuso del poder, los millones de alemanes que recientemente se tomaron las calles para decirle, alto y fuerte, NO (nunca más es ahora) al AfD: ese partido ultranacionalista y xenófobo con estrechos lazos con Rusia y los EE. UU. (el nuevo eje del mal), partido abiertamente apoyado por Elon Musk y con quien el vicepresidente de los EE. UU. se acaba de reunir durante su visita a Alemania. Las alianzas están claras, y sus consecuencias, pues, ya las vivió esa abuelita cuya sabia voz haríamos bien en escuchar. (O)