Cuando circule este artículo ya se conocerá el número definitivo de binomios que competirán en la elección de febrero. Previamente, la proliferación de precandidaturas dio pie a las especulaciones sobre la posibilidad de que algunas de estas no se inscribieran para dar paso a alianzas. Hasta la mañana del viernes lo único que alteró levemente la situación fue el anuncio del acuerdo sobre un programa de gobierno al que habían llegado varias organizaciones de izquierda. Sin embargo, ninguna de ellas declinó su candidatura y queda flotando la pregunta sobre los objetivos y la posibilidad de materialización de ese acuerdo.

Hay tres respuestas al respecto. La primera es que se haya constituido una candidatura de unidad. Esta es la menos probable porque a cada organización le conviene mantenerse en la disputa, sobre todo porque entre algunas de ellas hay diferencias insalvables. Se vio en el enfrentamiento entre el candidato del Partido Socialista y el expresidente Correa que anuló los débiles acercamientos que hubo entre sus respectivas agrupaciones. Tampoco es fácil de superar la distancia que existe entre Pachakutik y el correísmo, con episodios muy graves en un pasado no remoto. Asimismo, para varios de esos grupos no les resulta fácil aceptar que Centro Democrático sea parte de las izquierdas. Finalmente, debido a que el correísmo es la fuerza mayoritaria, cualquier alianza se haría en torno a su candidatura, lo que genera resquemores en las otras cuatro organizaciones, ya que quedarían supeditadas a pesar de que a alguna de ellas podría corresponderle la Vicepresidencia.

La segunda posibilidad es que se haya concretado una unidad parcial, siempre con el correísmo a la cabeza, pero sin algunas de las demás agrupaciones. En este caso les resultaría difícil alcanzar el apoyo electoral previsto, que es el triunfo en primera vuelta, y el plan de gobierno que aprobaron quedaría como papel mojado porque se impondría el de la fuerza mayoritaria. Además, tanto en esta eventualidad como en la anterior, cabe señalar que no es seguro de que los votantes de esas tiendas minoritarias estén dispuestos a taparse la nariz y votar por quienes fueron sus represores.

La tercera, la más probable, es que el acuerdo haya quedado en un plan de esos archiconocidos manifiestos de bonachonas, contradictorias y utópicas intenciones que han inundado el trayecto de las izquierdas desde siempre y que, obviamente, no se concrete la alianza electoral. Por la forma en que se lo presentó, como una enumeración de temas no desarrollados y sin una candidatura de unidad, se hace evidente que no se trataba de un acuerdo electoral. O, por lo menos, no lo sería para la primera vuelta. Su divulgación se perfila más como un anuncio de los esfuerzos que harán para lograr el apoyo de sus respectivos votantes para la candidatura que pase a la segunda vuelta (que, según la historia reciente y a las proyecciones, ya se sabe cuál será). Es mucha la ingenuidad de los cuatro que quedarán fuera al suponer que ese plan servirá para algo más que para la campaña. La historia es maestra y solo requiere que sepan leerla.

(De paso, cabe recomendarle al candidato del Partido Socialista que busque otro nombre para el ente que promete crear, ya que la DINA fue el instrumento de persecución, tortura y muerte de Pinochet). (O)