Los aranceles impuestos a China por el presidente Trump, han producido, obviamente, una elevación de los costos de los productos importados. Si estos no tienen sustitutos en los EE. UU. no queda otra opción que importarlos de China. Si además dado el nuevo costo que incluye los aranceles, este precio sigue siendo más barato que el de otros países que producen lo mismo, se seguirá importando de China, y por supuesto, a un nuevo precio más alto al consumidor.
El presidente Trump ha arremetido contra Walmart. Acusa a Walmart de haber trasladado el costo de los aranceles a los consumidores, y que Walmart y la China deben “comerse los aranceles”. Algo absolutamente irracional en economía.
Este es un populismo inédito en Estados Unidos. No se diferencia en nada de los populismos latinoamericanos, y tiende a un control de precios que la teoría y la práctica ha demostrado que son funestos y totalmente contraproducentes.
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Pero lo más grave de todo es que Trump ataca a Walmart, el más grande minorista de los EE. UU., en un momento muy crítico de la empresa.
En los últimos tres años, la empresa ha cerrado muchas tiendas en EE. UU., y ha anunciado que cerrará más tiendas, especialmente en California y Georgia. La compañía está reaccionando a la realidad a la cual el mercado y el sistema de precios la conduce.
El aumento de las compras en línea ha reducido la venta de productos como ropa, calzado y productos no perecibles. Por otra parte, cada vez más los consumidores ordenan más pedidos directos de comidas preparadas a restaurantes, lo que disminuye la demanda de los productos perecibles de los supermercados.
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Además, los locales Walmart están por su tamaño ubicados en ciertos lugares estratégicos, mientras que los supermercados tradicionales tienen muchos más locales, y a pesar de tener un precio más alto que Walmart tienen la ventaja de la cercanía, por lo que los pedidos a domicilio se hacen mucho más a los supermercados “del barrio”, y llegan muy rápido a casa.
En este preciso momento, en que Walmart, donde millones de ciudadanos de EE. UU. tienen invertidos sus ahorros en acciones, atraviesa un momento crítico, el Gobierno le pone la mira, sin ninguna lógica económica, y solamente con la lógica política. Una conducta exactamente igual a la de cualquier gobierno populista latinoamericano o africano.
Los aranceles han significado una pérdida de credibilidad gigante de los EE. UU. frente al mundo. Hace poco Felipe González declaró contundentemente: “Los EE. UU. no son nuestros aliados”. La acción contra Walmart pone en alerta a todo el sistema empresarial de los EE. UU., que ha funcionado con el sistema de precios por más de 200 años, y que con ese sistema ha logrado ser la nación más poderosa de la historia.
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Los empresarios de los EE. UU. ahora no pueden planificar pensando en la lógica del sistema de mercado, sino en cuál va a ser la reacción del Gobierno de los EE. UU. a sus decisiones empresariales racionales.
Esto, ciertamente, jamás se ha dado en ese gran país, y es una confirmación más de lo que puede ser “Populismo made in the USA”. (O)