Un problema histórico de América Latina ha sido el romanticismo de creer en salvadores con supuestas soluciones rápidas y mágicas. De cierta manera, no salimos de la adolescencia. Pero dentro de todo el cuadro deprimente que presenta la región y Ecuador en particular durante las últimas décadas, el progreso igual se ha dado en ciertas regiones y en ciertos ámbitos. Un ejemplo de esto es el progreso de Guayaquil durante las últimas tres décadas.

Consideremos el flujo de aguas. En 1996 Ecapag, la empresa estatal a cargo de la red de agua potable y alcantarillado de la ciudad, acumulaba perdidas por $ 112 millones. Para el año 2000, solo 66 % de la población tenía acceso a la red de agua potable y 42 % servicio de alcantarillado. En 18 años, entre 1982 y 2000, las empresas estatales habían logrado aumentar el acceso al agua potable en tan solo 1,6 % y redujeron la cobertura de alcantarillado en 10,1 %. El agua era tan escasa que muchos guayaquileños recurrían al agua de tanquero que, aun siendo de menor calidad, resultaba más cara: 7,4 veces más cara que el agua que se proveía a los consumidores conectados a la red de agua potable para el 2000.

Aquiles Álvarez, el exdirigente deportivo y empresario de las gasolineras que administrará una ciudad con un presupuesto de más de $ 700 millones

Cuando la Alcaldía de Guayaquil tomó la decisión de concesionar el servicio público del agua potable a Interagua en 2001, las cosas empezaron a cambiar. Una vez cumplido el primer quinquenio en 2006, la cobertura de la red de agua potable se había incrementado en un 26,5 %, llegando a brindar acceso al agua potable al 83,5 % de la población del cantón. La calidad de este servicio público vital mejoró considerablemente conforme se redujo la carga sobre la administración pública, se desarrolló un modelo de negocio que incentiva la inversión necesaria para continuar expandiendo la cobertura en una ciudad cuya población nunca dejó de crecer. Actualmente, Guayaquil goza con una cobertura de la red de agua potable de 97 % y de servicio de alcantarillado de 95 %. Este gran avance se dio conforme la población de la ciudad pasó de 2 millones a 2,7 millones.

El nuevo alcalde puede demostrar estar por encima del tradicional revanchismo...

Algo similar ha sucedido con las mejoras en diversos servicios públicos que van desde la gestión de la basura hasta el alumbrado público, el desarrollo de proyectos de transporte público y el aeropuerto internacional. En todos estos casos se trata de resolver problemas públicos con medios privados, ya sea a través de concesiones a empresas privadas o mediante fundaciones. Lo que ha resultado de esto es un modelo exitoso de desarrollo que debería trascender el cambio de partidos en la administración pública. El Municipio de Guayaquil es, además, un modelo para la administración pública nacional. Imagínese cuán distinto fuera el panorama de la economía nacional si el Gobierno central destinara a inversión 86 % y 13,9 % a gastos de operación, como se estipuló en el presupuesto para 2022 del Municipio.

El nuevo alcalde puede demostrar estar por encima del tradicional revanchismo y construir sobre esa base sólida que hereda. Muchos servicios públicos básicos todavía dificultan la vida de los guayaquileños –la seguridad, la salud, la educación, la electricidad, la vialidad y administración de puertos, un seguro social viable, entre otros– y podrían mejorar significativamente si la ciudad tuviese autonomía plena –política, fiscal y regulatoria–. (O)