No hay conversación que no se derive al momento político, económico y social que estamos viviendo. Y casi todas terminan diagnosticando que el problema fundamental es de educación. En la mayoría de los casos, cuando lo dicen están pensando en el sistema escolar, es decir, desde la preescolar hasta la universidad. Y tienen razón, así se deduce de evaluaciones realizadas por organizaciones internacionales especializadas en evaluación de rendimiento académico y de investigaciones del Instituto Nacional de Evaluación Educativa (Ineval) que entre otros aspectos señala: “Todos los estudiantes del subnivel medio requieren intervención inmediata para resolver problemas numéricos asociados a ejemplos de la vida cotidiana” (2022). Una reciente declaración de la ministra de Educación lo corrobora: “Tenemos estudiantes que se han promovido sin alcanzar los estándares mínimos en cada año, y nos encontramos en ocasiones con estudiantes en octavo de básica que, a lo mejor, incluso no saben leer o incluso no comprenden lo que leen, y que por lo tanto es imposible que continúen en una trayectoria de secundaria en forma exitosa”.

Pero no es todo, el proceso de desarrollo integral y armónico de los seres humanos, que es la educación, tiene dos fuentes, la una, la educación sistemática, ya mencionada y que sucede en las instituciones especializadas para educar, de acuerdo con unos objetivos, a la planificación y programación establecida previamente, y la llamada educación asistemática, que no está institucionalizada, no la realiza personal específico, no es programada, ni tiene un objetivo educativo conocido y explícito, es espontánea, influye en los seres en formación por acción de presencia, no tiene una intención previa. En otras palabras, es la sociedad misma, el entorno que rodea a los seres en formación el que influye en ellos. En realidad, todos somos educadores de todos los que nos rodean y cuando decimos que el problema fundamental en la crisis del país es la educación estamos diciendo que todos somos responsables, aunque en distintos niveles.

En otras palabras, es la sociedad misma, el entorno que rodea a los seres en formación el que influye en ellos.

Para lo primero hay el deber institucional de encontrar el remedio. Se han anunciado algunos cambios en el sistema educativo. En la forma de evaluación, se suspenden los exámenes de gracia y remediales y queda solo el supletorio, lo que obligará a los estudiantes a estudiar más. El cambio en el calendario, al pasar del sistema de quimestres a los trimestres, establece mayor frecuencia para las evaluaciones, lo que permitiría identificar los problemas de aprendizaje y establecer medidas necesarias para remediarlos a lo largo del periodo escolar. Sin embargo, todavía no se han dado a conocer cambios en la formación y actualización de los maestros. Ellos están preparados para transmitir conocimientos, los que suelen terminar en información, pero para eso son cada vez menos necesarios, los avances tecnológicos los ponen al alcance de todos, pero son decisivos para la formación de seres críticos, creativos, libres, afectivos, sociales, como la democracia los requiere y eso reclama otra formación.

Para la segunda fuente queda una pregunta: ¿qué podemos hacer todos y cada uno para cambiarla? (O)