El 20 de agosto, a más de elegir presidente y asambleístas, los ecuatorianos debemos decidir sobre la extracción petrolera en el Yasuní. Sus principales promotores han sido un colectivo ambientalista con tendencias socialistas y han posicionado dos razones para que la opción del Sí gane en esta consulta, estas son: el cuidado medioambiental y la protección de pueblos indígenas, que habitan en la zona y sus cercanías, y grupos humanos en “aislamiento voluntario”. La coherencia sobre el primero de estos puntos es cuestionada cuando el mismo colectivo defiende los subsidios a los combustibles incentivando su uso. Sobre el segundo, al más puro estilo del “ventriloquismo” colonial, se autodenominan defensores de un colectivo humano al cual por definición no han consultado ni tienen relaciones, pues son “no contactados”. Al mismo tiempo, las mismas organizaciones que se proclaman defensoras de pueblos indígenas intentan homogenizar los intereses de los individuos indígenas, invisibilizando a quienes están por el No.

Thomas Sowell, un economista negro estadounidense, sostiene que toda decisión económica, y la del Yasuní lo es, tiene costos. Es más, este principio también lo podemos aplicar a la vida diaria de cada uno de nosotros. Jacques Lacan, el psicoanalista francés, sostenía que, en cada decisión de renuncia, era imposible saber a qué es lo que se estaba renunciando, pues no podíamos saber las futuras consecuencias de las opciones que dejábamos de lado. Por lo tanto, predecir el futuro de una supuesta victoria o derrota en la consulta sobre el Yasuní es imposible. De lo que podemos tener una idea son los costos en los que incurrimos, y por lo tanto estar conscientes de lo que renunciamos y asumir las consecuencias. Uno de los principios de la economía es la existencia de recursos limitados para necesidades ilimitadas. Si unos demandan parar la producción petrolera y otros piden más inversión social, necesariamente habrá que elegir ¿qué estamos dispuestos a comprometer?

Votar sí debería obligarnos a sincerar cuentas, priorizar gastos y tomar decisiones coherentemente...

La decisión de parar la extracción petrolera en el Yasuní puede resultar en un incentivo para obligarnos a reconocer las renuncias que estamos dispuestos a realizar y, por lo tanto, qué queremos priorizar como país. Podría ser una motivación para un diálogo nacional. Por otro lado, debería obligar al siguiente Gobierno a tomar decisiones respecto del gasto, y apoyados en la consulta realizada, priorizar el gasto eficiente, lo cual sin duda generará impactos en diversos rubros del presupuesto. No es posible complacer a todos, ¿los sectores de izquierda que apoyan el Sí están conscientes de los costos?, ¿seguirán demandando cualquier tipo de gasto sin fuentes de financiación? Usar la muletilla de colocar más o nuevos impuestos debería ser cuestionada, cuando se la usa continuamente como la única alternativa inmediata, sin pensar en el largo plazo, de financiación del Estado, y sobre todo cuando ciertos sectores lo usan como una especie de venganza contra la riqueza.

Votar Sí debería obligarnos a sincerar cuentas, priorizar gastos y tomar decisiones coherentemente, como una decisión colectiva y por lo tanto ser responsables de sus consecuencias. Cada decisión tiene un costo y por lo tanto no todo puede ser satisfecho. (O)