En un artículo escrito en la mañana del viernes, como es este, es imposible analizar los resultados de la consulta que recién se celebra el domingo, pero que para los lectores ya será pasado. Todo este trabalenguas y traba-tiempos significa que este no es un análisis de los resultados. Es apenas un conjunto de suposiciones basadas en lo que sucedió en consultas anteriores y en la observación de algunos hechos que pueden haber influido en las decisiones de los votantes.

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En las consultas se observan dos constantes. La primera es que todas, con excepción de una (la de los Yasunidos), fueron convocadas por los presidentes de la República, es decir, su dirección fue de arriba hacia abajo. No surgieron de la iniciativa ciudadana, sino de alguna necesidad coyuntural de los gobernantes. De ahí se desprende la segunda constante, que es su transformación en un evento de apoyo o de rechazo al convocante. Las preguntas pasaron siempre a segundo plano, lo que no significa que sus contenidos fueran anulados en su totalidad, pero sí que estuvieron supeditados al interés inmediato del político del momento.

(...) los otros golpearon la imagen presidencial y debilitaron la intención del voto afirmativo.

El caso actual sigue esa misma línea. Tanto el Gobierno como los opositores la presentaron de esa manera. Las encuestas graficaban claramente esa realidad cuando recogían la evolución paralela de la subida o bajada de la aprobación presidencial y del voto favorable o contrario en las preguntas. Pero hubo tres preguntas (extradición, trabajo por horas, arbitraje internacional) que tuvieron un comportamiento diferente, casi autónomo del grado de aprobación presidencial, y que anunciaban un posible triunfo del no. En gran medida, esto se debió a que los grupos opositores decidieron concentrarse en ellas, ya que la confrontación total podía llevarles a la derrota debido a la alta aprobación que mantiene el presidente.

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Las cifras nos dirán si la estrategia opositora tuvo éxito, pero también si hubo contagio a otras preguntas. Además, serán un indicador muy importante sobre el futuro del Gobierno y de las aspiraciones reeleccionistas del presidente. Habiendo planteado la consulta como un plebiscito sobre él y su gestión, el triunfo del no en una o en varias preguntas constituirá una derrota política, más allá del contenido de cada una de ellas. Como siempre, no habrán sido esos contenidos los determinantes de los resultados, sino la habilidad de las oposiciones para concentrar el rechazo en unas pocas preguntas.

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Además de la repetición del pasado, esta consulta estuvo influida por tres hechos: la incursión en la Embajada de México, los apagones, los hechos de violencia y la eliminación del Movimiento Construye. A pesar de las graves consecuencias que tiene para el país, el primero fortaleció la imagen presidencial e incrementó la intención del voto favorable en la consulta. Por el contrario, los otros golpearon la imagen presidencial y debilitaron la intención del voto afirmativo. Las denuncias de sabotaje y las acusaciones a la exministra de Energía proyectaron una imagen de debilidad e improvisación antes que de fortaleza. Los asesinatos de dos alcaldes de zonas mineras hicieron recordar los peores tiempos. La exclusión de Construye seguramente habrá impulsado a muchos de sus seguidores al voto negativo. Son los riesgos de las consultas. (O)