Ecuador se enrumba hacia el nuevo proceso electoral, los comicios presidenciales y legislativos de febrero del 25, en medio de los mismos problemas, pese a los evidentes esfuerzos que se hacen, pero agravados por la incertidumbre política en medio de la inseguridad, violencia y el conflicto armado interno que se vive.

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Los políticos, sus partidos y movimientos van a la nueva lid electoral como si todo estuviera normal y para ofrecer la misma oferta demagógica barata, con las mismas reglas de juego que le tienen atrapado al país porque ganan las minorías en medio de la dispersión de la mayoría y la atomización de candidaturas, que hacen el juego a aquellos que destruyeron el sistema de partidos para establecer uno peor.

Ese es el modelo político electoral perverso que se impusiera durante la administración de los diez años de la revolución ciudadana y no existe voluntad política para cambiarlo, lo que evidencia la complicidad del resto de dirigentes.

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Otra vez vuelven los cambios de camiseta y se alistan en unos casos los mismos candidatos, no importa el auspicio de qué partido o movimiento, porque no tienen coherencia con algún fundamento ideológico y programático, que resulta puro cuento. Solo exhiben sus ambiciones políticas de llegar al poder con las mismas propuestas pero con otras etiquetas, lo que poco importa.

Esto refleja la existencia de dos países: el de los políticos que viven en las nubes y actúan con engaños. El otro, el de los ciudadanos que sobreviven con los mismos problemas irresueltos y, al contrario, agravados.

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Aquel país que viven y pregonan los políticos, el mundo irreal, y Ecuador de los problemas profundos, con una débil institucionalidad y el acecho de la delincuencia organizada, el narcotráfico y la narcopolítica que desembozadamente quiere llegar o volver al poder para saciar sus apetitos y venganzas y lograr a toda costa la impunidad a favor de sus líderes, unos que están en la cárcel con sentencias condenatorias, otros que fastidian y obstaculizan desde la Asamblea y algunos en el exterior, prófugos de la justicia.

Este mes de agosto será de los falaces procesos de elecciones primarias, que en la práctica no son tales. Los dueños y caciques de los partidos y movimientos, que se han tornado en empresas electoreras, finalmente deciden el orden y los nombres en las listas.

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No interesan las capacidades, conocimientos y los valores morales y éticos que debieran exhibir, pero que no existen en los candidatos sino el respaldo y aporte económico ilegal que entreguen para la campaña electoral, más allá del financiamiento obligatorio que hace el Estado.

Existe ausencia en la formación de nuevos cuadros y liderazgos, que poco interesa a sus dirigentes. Pese a los cuestionamientos permanentes, abren las puertas a los mejores cotizantes, en un vulgar negocio.

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A esto se suma la impotencia para controlar el desarrollo del proceso electoral, el abuso de las redes sociales, con la imposición de mentiras e injurias para destruir a los rivales políticos, sin contribuir al debate de tesis, ideas y programas de gobierno. Igual sucede con la inyección de dineros sucios y el auspicio a candidatos que luego quedan comprometidos con sus patrocinadores. (O)