Hay un lugar cercano a Leipzig con un nombre enternecedor: Beucha (se pronuncia Boi-sha). Allí se encuentra una gran cantera de granito pórfido, activa desde la Edad Media, que en los años 50 cesó de explotarse y se le permitió llenarse del agua de sus vertientes naturales. Hoy un silencioso lago idílico ha reemplazado a lo que una vez fue solo ruido, sudor, polvo y dinamita.

Pienso, pero no existo

Asombran los lugares que han atravesado transformaciones: hoteles de lujo convertidos en lazaretos, patíbulos en prostíbulos, papelerías en merenderos, barracas de las tropas soviéticas que controlaban la Alemania Oriental alquiladas hoy como lofts de lujo, y mis favoritos: minas a cielo abierto de carbón mineral (lignito) hoy transformadas en lagos de aguas cristalinas que como un collar de perlas rodean a la ciudad de Leipzig. Perlas brillantes y puras donde un día se abrían bocas que ennegrecían los pulmones de habitantes, pasantes, mineros e ingenieros. Imagino lo que sería andar en los años 70 por esas zonas, hoy pobladas de bosques, playas y restaurantes para bañistas felices que toman helados y comen papas fritas, en ese entonces polvaredas asfixiantes a los pies de gigantescas excavadoras como animales jurásicos levantando sus nefastas garras para extraer de la tierra algo que quizá debiera permanecer allí, ese carbón que al ser extraído contamina y al ser quemado para producir energía convierte el aire que da vida en humo que mata. Aun así, estas minas y sus hermanas, plantas eléctricas como la de Thierbach, suministraban energía indispensable a fábricas y familias.

Los habitantes de Leipzig aún recuerdan esa ciudad industrial y minera envuelta en niebla tóxica.

Hoy vivimos, gracias a Dios, en otro mundo, donde existen otras formas de producir energía, una sociedad donde tantas conciencias se han despertado y, con ojos y pulmones bien abiertos, exigen un cambio: no más minas, no más extracción, sanar la naturaleza afectada, proteger la que aún no ha caído en nuestras garras. No olvido la admiración de mis alumnos alemanes cuando les conté sobre la consulta popular en Ecuador donde la mayoría demostró su sabiduría. ¿Qué es riqueza? No los ingresos a corto plazo que se generan desde un modelo extractivista, sino un futuro de supervivencia y oportunidades a largo plazo derivados de una política consecuente de protección medioambiental. De esta consulta ya ha pasado algún tiempo y quisiera saber si el Gobierno está honrando la voz del pueblo al que representa. Lamentablemente, en todo el mundo, estamos embarrados hasta las patas en nuestros viejos hábitos predadores.

Varados

Los habitantes de Leipzig aún recuerdan esa ciudad industrial y minera envuelta en niebla tóxica. Quienes gozamos de esos lagos que un día fueron lugares de explotación y hoy son paraísos de recreación solo podemos agradecer maravillados el poder regenerador de la naturaleza. Hoy mismo nadé en uno de esos lagos “artificiales”, rodeada de libélulas azules, patos negros de largos cuellos que emitían un extraño canto y pueblos de nenúfares en flor. Ante su belleza seductora fui incapaz de dominar mi impulso destructivo de posesión. Arranqué una flor para llevármela (a nado, en bici y tren) a mi casa, donde no tardó en marchitarse, resentido, mi pequeño tesoro. (O)