Entre las opiniones consultadas sobre los últimos levantamientos indígenas, las más parciales o parcializadas, me sorprendió que no se tome en cuenta el criterio de uno de los mayores expertos en estos fenómenos sociales: el antropólogo Segundo Moreno Yánez. Lo conocí en 1990 entrevistándolo sobre el primer levantamiento nacional, ocurrido en junio de ese año. Acudí a él porque había leído su libro Sublevaciones indígenas en la Audiencia de Quito. Me impresionó su capacidad de análisis, combinaba lo histórico con lo antropológico e interpretaba las dimensiones simbólicas y sociológicas del movimiento. Este año no vi nada parecido, comentaristas, escogidos por su buena pinta y su capacidad para generar frases de efecto, circunscribían el alzamiento a la coyuntura política y presupuestaria, ya que no económica.

Por eso, en este país donde se privilegian los oropeles, entusiasma que se haya concedido a Moreno el premio Eugenio Espejo por su labor científica. Su habla clara y directa, su profundidad expresada con sencillez y precisión, su pausado tono de maestro, delatan al intelectual tesonero que dentro de una rigurosa concreción a su ciencia ha hecho un aporte en muchos temas. Proviene del corazón del Ecuador, de Chimborazo, donde nació en 1939. Estudió el bachillerato en Cotocollao, se licenció en humanidades clásicas y filosofía en la PUCE, y se doctoró en antropología en la Universidad Renana Federico Guillermo en Bonn, entonces capital alemana, con una tesis calificada como “egregia”. La cantidad de logros académicos, de libros y de publicaciones y otras consideraciones, que conforman su frondoso currículum, es de tales dimensiones que no caben de ninguna manera en este espacio. Entre los temas tratados dominan los dedicados al mundo indígena, con énfasis en el entendimiento de la religiosidad y pensamiento mítico, y en los levantamientos y rebeliones. En las últimas décadas ha trabajado sobre el aporte de Alexander von Humboldt al conocimiento de nuestro país, en colaboración con Christiana Borchart, su esposa y destacadísima académica alemana, que se recoge en varios volúmenes. Si se lo quiere circunscribir a una sola disciplina, solo se me ocurre decir “Ecuador”, su pasión.

Desde hace 32 años, Moreno me ha honrado con su amistad que con el tiempo se ha afianzado, para mí esta relación es una cátedra en la que bebo de su sabiduría. Extremadamente generoso compartiendo su ciencia, cuando lo visito con frecuencia encuentro a otras personas que le guardan similar agradecimiento y aprecio. Para escribir esta cuartilla reviso el primer libro que leí de él, el ya mencionado Sublevaciones, miro el autógrafo escrito en una caligrafía única, recta, bellísima, cuidada y clara… no creo mucho en los análisis grafológicos, pero pienso que en este caso sí revelan las cualidades de este estudioso investigador, analista certero y excelente ser humano. Recibe el premio Eugenio Espejo en buena compañía, el novelista Javier Vásconez, el más profesional de los literatos ecuatorianos, y Patricia González, música de quilates, nombres que en conjunto honran el galardón usado en peores épocas para pagar adhesiones políticas. (O)