En el siglo pasado, Dolores Cacuango afirmó: “Nosotros somos como granos de quinua: si estamos solos, el viento lleva lejos. Pero si estamos unidos en un costal, nada hace el viento”. En Tungurahua y en su capital Ambato, por primera vez y de forma simultánea, dos indígenas dirigirán los gobiernos descentralizados provincial y municipal.

Manuel Caizabanda, un médico originario del pueblo kichwa Salasaka, fue ratificado en calidad de prefecto, con una importante diferencia respecto a sus contrincantes. Resulta pertinente recordar que él fue alcalde del cantón Pelileo y en aquellas ocasiones también fue reelecto. Es decir, su gestión tiene una trayectoria indiscutible de reconocimiento social.

Diana Caiza, una ingeniera comercial, del pueblo kichwa Chibuleo, es una joven y exitosa emprendedora financiera, es la primera mujer que ocupará el sillón en calidad de alcaldesa de la ciudad de Ambato. Diana como figura pública es la expresión de estos tiempos. Y así, como otras veces, tras las elecciones la esperanza corre por los barrios, calles y parroquias; y el deseo de que no nos defrauden se escucha como eco en cada esquina.

Gran parte de la tragedia del país radica en una administración obsoleta y en las disputas intestinas que roban esperanza.

Son nuevos tiempos y las figuras indígenas están más visibles que antes, por lo que los ojos de las diversas culturas, los grupos políticos y las organizaciones parecen abrirse de par en par, para contemplar un escenario nuevo, desafiante y fresco en esta provincia. Ambas figuras, Manuel y Diana, tienen sobre los hombros no solo el desafío de hacer gestiones exitosas, sino también inclusivas, dinámicas y vibrantes; es la posibilidad de curar heridas abiertas por el racismo injusto que todavía pulula en ciertos sectores. Diana y Manuel nos representan a todos y tienen el desafío de trabajar unidos, evitando las absurdas disputas entre las gestiones locales (prefecturas y municipios). Ambato y Tungurahua tienen tareas emergentes en lo social, ambiental y administrativo.

Respecto a lo social, vivimos en contextos que asustan a la ciudadanía. Enfrentamos escenarios convulsos y empobrecidos que se expresan en las calles, donde el desempleo, la mendicidad propia y extranjera ocupan las calles y aceras. Hay muchas manos extendidas que piden una ayuda que nunca llega. Respecto al medioambiente, sigue pendiente la implementación de soluciones que protejan las fuentes de agua, limpien los ríos y contengan la contaminación por desechos sólidos con los que se tapan quebradas y áreas territoriales.

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Respecto a lo administrativo, las nuevas autoridades se enfrentan a organizaciones públicas complejas, con funcionarios mal remunerados y desmotivados. Los gobiernos locales tienen ejércitos de profesionales que pueden aportar cívicamente desde su lugar de trabajo; pero hace falta algo para que mueva y consolide esas voluntades, ya que la cabeza de una institución no puede hacer cambios en soledad, necesita a todo el cuerpo administrativo.

Gran parte de la tragedia del país radica en una administración obsoleta y en las disputas intestinas que roban esperanza. Una gestión exitosa requiere de la concurrencia de voluntades públicas y ciudadanas, por lo que dejemos a un lado la desilusión y la apatía y deseemos éxito a las nuevas autoridades. (O)