Querido lector, creo que al igual que la mayoría de los ecuatorianos, hemos sido víctimas de la nueva pandemia que azota nuestro día a día, la de la delincuencia, vemos con indignación e impotencia como los titulares de cualquier medio son ocupados por algún cometimiento de un delito, y eso hace despertar nuestra sed de venganza y sangre de aquel anormal social.

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El proceso penal, a brevísimos rasgos, es un mecanismo legal en el cual el Estado, no los medios, no los twitters, no la antojadiza decisión de un juez, ejerce el poder punitivo sobre un comportamiento típico, antijurídico y culpable, es decir, la persona que atente contra una norma contemplada en el Código Penal entra a un proceso de análisis jurídico técnico, para determinar si su comportamiento fue doloso o culposo, es decir, que profesionales que han estudiado derecho, teoría del delito, etc., aplican una ciencia jurídica como un mecanismo indispensable para determinar la responsabilidad penal a una persona por comisión u omisión de algo catalogado como un delito; el juez con base en esos elementos tiene una resolución justa e imparcial y así logramos que una persona tenga una garantía de que el proceso ha sido técnicamente analizado, discutido y probado. Imagínese usted una balanza, de un lado el fiscal le pone un peso determinado (pruebas), del otro lado el defensor del acusado pone un peso que abogue por su inocencia, y también debe descargar las pruebas que el fiscal le puso como peso. Con base en el trabajo de estos dos profesionales del derecho, viene un tercero (juez y tribunal, depende de la etapa del proceso) que analiza de qué lado se inclinó la balanza y si los pesos puestos ahí son legales o fueron refutados de manera certera.

... la seguridad no va a cambiar por penas más duras, ni matando a cuanta persona que creemos delincuente se nos cruce...

Pues bien, en sentido de esta microcápsula de cómo funciona un proceso penal, analicemos lo siguiente: algunas personas, incluyendo colegas abogados, se rasgan las vestiduras y acusan al proceso y la norma, dicen que necesitamos aplastar al criminal con penas más severas. ¿Cuántos femicidios han dejado de existir desde que se tipificó ese delito? Los asesinatos contra las mujeres siguen en iguales o mayores números, si por un hurto subimos, por dar un ejemplo, a 50 años la pena, ¿realmente va a haber menos hurtos?, la respuesta histórica es que no. Me atrevo a decir que nuestro sistema es duro con los débiles y débil con los duros. ¿Cuántos drogodependientes están encarcelados y cuántos narcotraficantes comparten su celda?

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La realidad de la seguridad no va a cambiar por penas más duras, ni matando a cuanta persona que creemos delincuente se nos cruce, debemos empezar siendo conscientes de que este dolor social lo llevamos por fallas estructurales, desigualdad educativa, falta de atención, seguridad jurídica, venganza penal, y falta de interés de un gobierno perdido que no encuentra un norte y prefiere defender a un ministro que defender a un joven pobre que la sociedad lo volvió un anormal social, o con una asamblea donde la gran mayoría de sus integrantes entienden de derecho lo que yo de astrofísica. También debemos mejorar el tejido social desde nuestro actuar, y no solo tratar de cambiar el mundo con la furia de nuestros dedos. (O)