Miramos asombrados cómo Nicolás Maduro se robó obscenamente una elección, fregándose en las mayorías, que ya no tenía en 2018 para ganar en buena ley. Aquel año se la robó a la oposición desunida, pero lo de ahora fue descarado, violento, pornográfico. Y no se entiende como personajes de la política mundial que parecen serios avalan este asalto a la democracia. Bueno, se entiende si pensamos que son tan ladrones como Maduro. Tampoco se entiende que periodistas y medios, que también parecen serios, traten el tema con cierta equidistancia, como si la verdad fuera el promedio entre dos mentiras, o entre dos verdades, ¡o entre la mentira y la verdad!

Nada legitima más a los ilegítimos que los enemigos de afuera (ahí esta Cuba, que con el odio a los gringos todavía alimenta una revolución podrida). A Nicolás Maduro y a sus secuaces los fortalece que el resto del mundo los sancione. Y para colmo es una desgracia porque casi todas las consecuencias de las medidas que tomen los Gobiernos desde afuera harán sufrir más al pueblo venezolano y no a sus jerarcas multimillonarios. Por eso rige más que nunca el sabio principio del no te metas, que en lenguaje diplomático se llama de no injerencia en los asuntos internos de los Estados soberanos. Hoy los venezolanos están solos frente a su destino: a ellos y solo a ellos les toca arreglarlo. Y a nosotros lo que nos toca es animarlos desde la tribuna, como en el fútbol, y rezar por ellos si tenemos fe.

Venezuela, ¿es el momento?

Venezuela y la (des)integración latinoamericana

El chavismo consiguió que lleguen a nuestros países cientos de miles de venezolanos que nos dan lecciones de buen humor, de educación y de trabajo, pero consiguió también el efecto cubano: librarse de opositores que podrían estar hoy junto a sus hermanos peleando por su libertad en las calles de todas las ciudades de Venezuela. Es el modelo de Cuba: el país que ha perdido el 33 % de su población desde que se instaló la tiranía comunista. Y seguirá así hasta vaciarse, porque en política la disidencia es solo cuestión de tiempo.

Lo que hizo occidente con Cuba es el modelo que no hay que seguir. Del que hay que aprender, en cambio, es de la estrategia del Mahatma Gandhi. No obedecer a un gobierno ilegítimo, sumergir los mercados y toda la economía, dejar de pagar impuestos, ganar las calles, aguantar los castigos y llenar las cárceles hasta colapsarlas del todo.

Todavía no sé si es por la mezquina oportunidad de ser rebelde o por la altruista ocasión de defender la libertad de los venezolanos, que tengo unas ganas locas de agenciarme un casco de moto y una máscara antigás para sumarme a las guarimbas en las calles de Caracas o de cualquier ciudad de Venezuela. Hoy es hoy y es cuando ellos están a punto de cambiar la historia de Venezuela con una fórmula parecida a la que usó Gandhi para cambiar la de la India: ojalá tengan la paciencia de los indios para que les vaya tan bien como a ellos y se vuelvan una democracia adulta (para no decir madura). Todo el mundo los necesita, pero sobre todos los americanos del sur. (O)