La sociedad ecuatoriana enfrenta una vez más la amenaza de una “movilización” de la Conaie, apoyada por otros grupos extremistas de tan o más venenosa ideología con todos los ingredientes del odio de clases.

La dirigencia de la Conaie plantea esta nueva movilización motivada por antecedentes extremadamente peligrosos: uno, la convicción que tienen de su capacidad destructiva sobre todo el Ecuador; dos, la absoluta impunidad que han logrado en los dos últimos episodios del 2019 y 2021; tres, la convicción de que finalmente nadie ha usado la fuerza contra ellos.

Personas que fueron capturadas dentro del edificio de la Contraloría en el nefasto episodio de su incendio fueron luego liberadas con argumentos tan absurdos como “que por razones culturales” no entendían lo que estaban haciendo. Es decir fueron “pescados con las manos en la masa” y terminaron libres porque no les permitía su “condición cultural” entender lo que habían hecho.

El dirigente máximo de las movilizaciones del 2019, quien fue denunciado por este editorialista en la Fiscalía del Ecuador, se burló de la Fiscalía sin concurrir a sus citaciones, y finalmente adujo con singular desparpajo que él debía tener un juicio en su lengua nativa, cuando, en forma flagrante, todo el país vio como en claro idioma castellano dicho dirigente daba las órdenes de tomar y destruir la infraestructura petrolera, llamaba a las FF. AA. y a la Policía Nacional a desobedecer al gobierno de aquel entonces, y secuestraba y vejaba a periodistas, policías y miembros de las FF. AA. Todos delitos que fueron presenciados en la mismísima televisión nacional, que pasaba todas estas cosas en vivo.

Esta impunidad luego de las dos vandálicas protestas, nada democráticas, nada pacíficas y nada legales, los envalentona para tratar de arremeter una vez más contra el trabajo, la movilización productiva, la paz y el progreso de todo el Ecuador.

Pero estas realidades perversas jurídicas están acompañadas de otro todavía más perverso ingrediente: las convicciones ideológicas de ciertos líderes, para los cuales solo la total anarquía es aquello que permitirá el establecimiento del sueño panamericanista indígena, que abarcaría muchos países de la región, convirtiéndose en una gran nación indígena con un régimen sólidamente marxista. Todo al más puro estilo mariateguista.

Estas convicciones están cargadas de odio, una pasión estéril, que jamás ha producido nada positivo para la sociedad, odio que lo han demostrado en los levantamientos anteriores, con su discurso y con sus acciones.

Las FF. AA. del Ecuador tienen como principio el no disparar contra el pueblo ecuatoriano. Si añadimos este elemento adicional a todo lo anteriormente descrito, deberíamos de una vez entregarles entonces el país, pues no hay salida si es que ellos toman la decisión de marchar hacia la capital, ocuparla, bloquear las vías, destruir la economía y la imagen del Ecuador, y saber que nadie les va a disparar, que nadie los va a sancionar y que cada vez nos arrinconarán más, hasta que el resto de la sociedad se rinda a sus pies.

Hay un Ecuador inmensamente mayoritario que no quiere esto. Resulta sencillamente inadmisible que esa sólida mayoría sea rehén de esta destructiva minoría.

Esta nueva movilización que se plantea para los próximos días, no es una lucha entre el odio y la paz, entre la ley y la violación de la misma, o entre el caos y la anarquía sobre el orden, la disciplina y el trabajo. No, esta nueva movilización enfrenta a quienes quieren la destrucción total del Ecuador, y quienes queremos que el Ecuador no desaparezca. (O)