En economía, el término diversificación se ha referido tradicionalmente a una estrategia empresarial que implica la distribución de activos financieros e inversiones en favor de áreas prometedoras de desarrollo que puedan garantizar la competitividad y el crecimiento sostenible. Si trasladamos este criterio al sector energético, antes de poder hablar del término diversificación, es imprescindible determinar las orientaciones y los mecanismos de gestión de la denominada diversificación durante lo que se podría considerar como una transición energética.

Esto no es un proceso simple que pueda ser definido de manera somera, ni solamente calculado a base de la demanda o la disponibilidad de energía en los proveedores comerciales del mundo. Es más bien una estrategia de profundas transformaciones organizativas y técnicas en la producción, transmisión y uso de la electricidad para crear una industria energética, climatológica y ambientalmente segura.

La solución a esta tarea debe basarse en los avances científicos y técnicos, las innovaciones en tendencias energéticas, experiencias de países similares y formas de interacción de las organizaciones generadoras de energía con los consumidores. Entonces, no se trata solamente de implementar plantas de fuentes energéticas distintas hasta completar la demanda, o sobrepasarla, pues hacerlo sin una sinergia completa entre lo factible y lo eficiente tendría un costo económico y social elevado. No se trata de producir por producir o concesionar por concesionar, sino más bien transformar al sector invirtiendo en modelos de negocio que lleven a vender la energía como servicio integral, que supone la creación de una cartera diversificada de diversos servicios basados en productos para el cliente final, como por ejemplo a nivel comercial, doméstico y empresarial crear microclimas personalizados, gestión integrada de la infraestructura de servicios domésticos, gestión del almacenamiento de energía, alquiler de estaciones de carga, tarifas eléctricas y térmicas diferenciadas, y automatización y programación del consumo energético de los dispositivos domésticos.

A diferencia de solo vender energía, este modelo de negocio es cada vez más común en el mundo, y se proyecta que para el 2026 el volumen del mercado alcance los $ 220.000 millones. En su aspecto básico y lo que ahora atañe al país en esta crisis de generación, se debe comprender que la diversificación debe ser estructural y tecnológica, y supone una combinación óptima de diferentes métodos de producción de energía y un despacho basado en herramientas avanzadas hacia los consumidores, proporcionando una sostenibilidad integral del suministro que debe ser abordada desde tres perspectivas: medioambiental, económica y técnica. Miremos hacia el mundo cómo empresas petroleras multinacionales migran sus negocios hacia el gas. Por ejemplo, en 2020, el grupo empresarial Total anunció un nuevo objetivo estratégico, basado en el uso del gas natural licuado y la energía eléctrica. British Petroleum apuesta e invierte en el desarrollo de estas dos capacidades, como muchas más. (O)