Escribo estas líneas desde la tristeza e impotencia que genera la lectura de noticias diarias sobre violencia en nuestro país, que me resisto a “normalizar”.

Está tan arraigada la violencia que hemos llegado al punto de haber perdido libertad. A pesar de que las autoridades sostienen en sus discursos que el índice de violencia va disminuyendo, la percepción y la realidad de los ciudadanos en general es diferente.

El ministro de Salud se pronuncia sobre el año rural para los médicos: ‘Es una responsabilidad del Estado brindarles seguridad’

Pienso en Steven Aguirre Giler, médico rural recientemente asesinado cuando se dirigía a trabajar en un centro de salud en El Empalme. No había transcurrido ni siquiera un año de su graduación cuando, sin pensarlo ni buscarlo, todos sus sueños y los de su familia se truncaron y desaparecieron. Steven, al igual que todos los médicos rurales, cumplía una tarea obligatoria para poder ejercer medicina en este país. A ningún padre o madre se le hubiera ocurrido que algo así podría sucederle a un hijo o hija que estudió una profesión de servicio a la comunidad y que, por falta de seguridad pública, perdió la vida. Steven, al igual que la mayoría de los médicos rurales, seguramente tenía muchos planes personales y profesionales. Veo sus fotos de graduación: la alegría que irradian él y su familia es enorme. Cuánto dolor debe haber ahora que él ya no está.

Médicos rurales son amenazados

Hay dos periodos que marcan la vida de un estudiante de medicina que está por graduarse: el año de internado rotativo y el año de medicatura rural. Ambas etapas representan un desafío: poner en práctica –con pacientes– todo lo aprendido durante varios años de universidad, sabiendo que será un breve tiempo en el ejercicio profesional, pues la gran mayoría continuará estudiando para especializarse en alguna rama médica. El internado es obligatorio para poder graduarse y el año rural, para poder ejercer legalmente. Entre el uno y el otro, se da la tan esperada y celebrada graduación.

Conocida la trágica noticia, varios médicos rurales manifestaron por la prensa su temor a trabajar. Con toda razón se sienten inseguros. Los lugares de trabajo, en su mayoría, son sitios alejados de las ciudades y los médicos deben acudir diariamente por sus propios medios. Me enteré, también por las noticias, que estos jóvenes colegas son presas de los “vacunadores” que, a cambio de seguridad solicitan un valor mensual que ellos deberán desembolsar de su limitado sueldo para poder trabajar en paz. Todo esto es realmente inconcebible.

Actualmente ser médico rural es una actividad de riesgo. Siendo un año obligatorio, todos los recién graduados tendrán que tomar ese riesgo para poder ejercer la profesión. Resulta inaudito que no tengan la protección que merecen, más tratándose de una tarea pública obligatoria. Ahora, más razón tendrán para intentar quedarse lo más cerca posible de la ciudad, así eso suponga uniones de hecho que en realidad no existen, cambios de plazas o supuestas discapacidades. O, como ha venido ocurriendo en los últimos tiempos, no cumplir con la obligatoriedad del año rural, viajar y especializarse en otro país y, de ser posible, no regresar más al Ecuador. El país lleva siempre las de perder. (O)