El acto democrático y republicano cumplido por los aspirantes a dirigir la nación, llamado erróneamente debate, se cumplió con normalidad, en calma y completa paz. Era previsible que jamás iba a satisfacer todas las expectativas ciudadanas, pero se vislumbró el pensamiento, preparación e intenciones de los participantes, cada ecuatoriano, desde su óptica o actividad, aspiraba a escuchar propuestas que llenaran sus objetivos, de ninguna forma complacería a todos; pero, para la agricultura, fue un rotundo fiasco, poco o nada se proyectó para ella, demostrándose una clara inconsciencia de su valía, de su envergadura, peor de las esperanzas que involucra, ignorándose su real trascendencia en el elevado e histórico aporte al producto interno bruto o como medio de subsistencia del más grande segmento poblacional, razón de la poética frase “Ecuador país agrícola”. Por tanto, no fue prudente atribuir sin pruebas a los puertos de Guayaquil el protagonismo en el tráfico de drogas, olvidando que por ellos sale la casi totalidad de bienes agrícolas, sensibles a infundios que afectarían sus valores de venta y ahuyentarían a los compradores.

Lo agrario crece levemente, menos que el avance poblacional, lo cual es negativo, pero su contribución a la creación de empleos ha sido como ningún otro sector, con un ilimitado potencial dado por su valor agregado natural, distinción propia del entorno tropical-ecuatorial-andino, que vuelve apetecibles y sabrosos los frutos que brotan de sus fecundas tierras, donde las cosechas se adelantan acelerando las exportaciones, máximas creadoras de riqueza. Cada día afloran muestras de su poderío; hoy el cacao ha irrumpido con fuerza en volumen y precios, su desarrollo pleno liberará al Ecuador del monstruo de la pobreza, sus competidores extracontinentales están agobiados por plantíos con enfermedades intratables y prácticas que el consumidor rechaza, como la deforestación, el despreciable trabajo infantil, la ausencia de prestaciones sociales, bajos precios y, como si fuera poco, víctimas del vasallaje de las transnacionales sin alma y sus adláteres estatales corruptos.

Otros cultivos esperan su turno, el plátano ya lo hizo acompañando a su pariente el banano, es también el primero en su especie en el planeta; luego vendrán el aguacate, la guanábana, chirimoya o guayaba. Pronto serán los de ciclo corto con sus estrellas relucientes, maíz y soya, llamadas a suplir la demanda nacional, las de Perú y Colombia, típicos importadores. Ya se enfilan los de la abrigada serranía, con la papa, brócolis, hortalizas, quinua o arándano, como argumenta con versatilidad en sus frecuentes análisis radiales y televisivos el incansable promotor de conciencia agraria Ing. Leonardo Escobar Bravo, propulsor de la filosofía campesina “Ecuador Profundo” de su ruralidad incomprendida y relegada, que los candidatos ignoraron. La espera sería larga por proyectos costosos y contaminantes expuestos en el evento, el futuro promisorio está cerquita, en los primeros centímetros de la tierra, en su parte viva y fértil, responsable de nutrir al mundo, en ella radica el empleo que no concretaron los debatientes. (O)