La primera vez que ejercí mi derecho al voto fue en la disyuntiva entre Rodrigo Borja y Abdalá Bucaram. Quiteño vs. guayaco; intelectual vs. chabacano; agua vs. aceite, protagonizaron una impresionante batalla verbal de la que millones fuimos testigos en el tarimazo o a través de televisión y radio, con verdaderos bombardeos propagandísticos.
Ya como profesional de la comunicación me correspondió no solo votar, sino también cubrir y descubrir hechos y pertrechos de otros presidenciables y sus posteriores salidas abruptas del poder. El binomio Sixto-Dahik frente a Nebot-Vela sería mi segunda experiencia de finales, ambos de la misma tendencia de derecha y de similar origen, donde se impuso Durán-Ballén, cuya campaña trató de quitarle protagonismo a la confrontación verbal.
Días fueron y vinieron, escándalos por igual, con denuncias de corrupción fraternal. Relevo vicepresidencial no planificado, pero Sixto cumplió su periodo que tuvo hasta guerra con el Perú. Siguiente escala: combate verbal profundo, casi llegando a lo físico, entre dos guayaquileños: Abdalá Bucaram y Jaime Nebot, a este último favorecían todos los sondeos de la época, pero al final se equivocaron por lo que los cientistas políticos denominaron “el voto vergonzante”.
Bucaram asumió como “el último presidente del siglo XX”, pues debía devolverlo en el año 2000, pero a empujones pudo cumplir seis meses en Carondelet, de donde fue desalojado por marchas que él ha considerado manipuladas y por quedarse sin el respaldo de las Fuerzas Armadas, luego de que el Congreso lo defenestrara con una mayoría simplísima.
Y vino un periodo inestable de interinato, hasta volver a las urnas con la final Jamil Mahuad-Álvaro Noboa. El intelectual y exitoso alcalde de Quito versus el hombre más rico del país, magnate del banano que empezaba su andar por las tarimas y las papeletas. Dura, durísima campaña llena de símbolos religiosos en que se dio el polémico triunfo de Mahuad y sus armonías, que no duraron más de dos años hasta llevar al país al colapso económico que forzó la dolarización.
Relevo ahora sí constitucional de Gustavo Noboa, como lo sería luego el de Alfredo Palacio, que llegó a Carondelet como compañero de formula de Lucio Gutiérrez y tras derrotar nuevamente a Álvaro Noboa.
Lo demás es historia más reciente: Rafael Correa, quien saltó a escena como ministro de Palacio, gobernaría más de una década con dos reelecciones consecutivas y luego quien fuera su primer compañero de fórmula, Lenín Moreno (ganó en las urnas a otro de los hombres ricos del país, Guillermo Lasso) tendría sus cuatro años. El siguiente resultado electoral dio la Presidencia justamente a Lasso, quien la devolvió a dos tercios del periodo acogiendo lo que el país ha conocido como “muerte cruzada” del mandatario y la Asamblea que, según su visión, “no lo dejaba gobernar”. La posta, vía elecciones, la tomó Daniel Noboa, quien ahora busca un periodo completo para él.
Todo este relato no buscaba cansarlos ni deprimirlos. Por el contrario: decirles que, a pesar de los brincos y saltos de nuestra democracia, es el mejor sistema que podemos tener. Vayan mañana a votar. (O)