Las personas y las instituciones debemos periódicamente examinar y cuestionar nuestro desempeño. La vida laboral es importante, incluso pudiera convertirse en parte fundamental del propósito de nuestras vidas. Pero el trabajo no lo es todo. Las personas y las instituciones debemos apuntar hacia la consecución de ideales. Las instituciones no se agotan en sus estatutos y las personas no se reducen a su desempeño laboral. Hay algo más, hay algo que nos llena o nos debe llenar y si no lo tenemos debemos buscarlo hasta identificarlo y reencauzar nuestro presente y nuestro futuro. Los entendidos en el tema de vivir con propósito dicen que hay que preguntarse ¿qué es lo que más nos gusta hacer?, ¿cómo quisiéramos ser recordados?, ¿para qué hacemos las cosas?

El bien y el mal

Tal vez uno de los momentos claves para reflexionar sobre nuestras vidas y perspectivas sea la época de la elección de una carrera universitaria. Aquello de seguir la tradición familiar y estudiar la misma profesión de los padres o de los tíos sin sentir vocación es un craso error. Los jóvenes deben decidir su futuro con la orientación familiar apropiada, pero la vida que está en juego no es la del familiar, sino la del joven. La mala elección crea una crisis en la universidad o su equivalente. Nadie sufre por nosotros. La única persona que recibe los golpes por una mala elección es quien elige. La vida es nuestra. La felicidad o el fracaso es nuestro. Eso no significa que los familiares más cercanos no sufran o se complazcan por nuestras penas y bienaventuranzas. El gran mensaje, amigo lector, es la autonomía de las decisiones y en la definición de nuestras vidas. Las redes sociales, las selfis, las fotos fingiendo ser muy felices no solucionan nada. En la intimidad del diálogo con nosotros mismos no hay likes, no hay selfis, no hay nada.

El bien y el mal

Cuántas personas no quisieran retroceder el tiempo para no decidir lo que en su momento decidieron. Hay elecciones por las que sufrimos toda una vida, pero también hay muchas elecciones benditas que iluminan para siempre nuestras existencias. La vida es demasiado compleja como para comenzarla con decisiones radicalmente equivocadas. Hay mucho que pensar y meditar, hay muchas reflexiones que debemos plantearnos en una serie de ámbitos. Urge delimitar hasta dónde puede llegar la inteligencia artificial (el Reglamento europeo de comienzos de año lo ha hecho de forma extraordinaria), urge meditar sobre la validez de la venta de embriones, si las leyes deben prohibir la venta de óvulos y espermatozoides, etc. No hay tiempo que perder. Cuando tenemos propósito (lícito, claro está) en nuestras vidas los problemas pueden ser más fáciles de entender, y hasta de solucionar. La cultura de lo fatuo, la idolatría del lujo, las simulaciones de felicidad en las redes sociales no abonan en la definición del verdadero propósito de nuestras vidas. Todos debemos en un momento dado pasar revista de lo vivido y plantearnos decisiones determinantes, y es mejor hacerlo si tenemos una vida con propósito, que destierre la farsa, la apariencia y que abra sus brazos al amor verdadero en sus múltiples dimensiones. ¿No cree usted? (O)