En el complejo proceso de selección de jueces y fiscales “probos”, un elemento subestimado es la vocación. Mientras que las competencias técnicas y la experiencia son indiscutiblemente importantes, la vocación genuina por la justicia podría ser la clave para lograr un sistema judicial más íntegro y resistente a la corrupción.

Selección: fiscal y jueces

La vocación, entendida como un compromiso profundo con la administración imparcial de justicia, refleja la dedicación del individuo y actúa como un escudo contra las tentaciones de la corrupción. Un juez o fiscal con verdadera vocación estará intrínsecamente motivado para mantener los más altos estándares éticos, incluso frente a presiones o incentivos contrarios. Sin embargo, evaluar la vocación como elemento de probidad, presenta desafíos significativos.

¿Cómo medir algo tan intangible y personal? La incorporación de psicólogos es fundamental, puesto a que tienen herramientas y métodos para evaluar personalidades, aptitudes, habilidades cognitivas y vocacionales. Están entrenados para interpretar pruebas psicométricas, en cuanto a vocación y propensión a la corrupción (si se les requiere en el psicodiagnóstico).

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Un ejemplo de la ausencia de vocación judicial es el caso de Iván Saquicela, quien renunció a su cargo como juez de la Corte Nacional de Justicia para postularse a la presidencia de la República. Algo sin precedente, que muestra cómo la falta de vocación puede llevar a un juez a utilizar su cargo para promoción política personal.

Imaginen un proceso de selección que vaya más allá de los exámenes tradicionales y entrevistas superficiales, que incluya evaluaciones psicométricas, diseñadas específicamente para medir el compromiso vocacional, entrevistas en profundidad conducidas por psicólogos especializados, e incluso, simulaciones de casos que pongan a prueba tanto el conocimiento jurídico, como la integridad y el compromiso ético de los aspirantes. Ese enfoque multidisciplinario, no solo permitiría identificar a aquellos con vocación genuina, sino que también podría revelar indicadores tempranos de vulnerabilidad a la corrupción o falta de imparcialidad. Además, un proceso de selección con énfasis en la vocación enviaría un mensaje claro sobre los valores que se esperan en el sistema judicial.

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Por supuesto, la implementación de tal sistema no está exenta de desafíos. Se requerirá una inversión significativa en recursos y tiempo, así como una cuidadosa consideración de las implicaciones éticas y legales de realizar evaluaciones psicológicas tan profundas. Será crucial precaver que estas evaluaciones no se conviertan en una herramienta de discriminación o injusta exclusión.

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A pesar de los desafíos, el potencial beneficio para el sistema judicial es inmenso. Un cuerpo de jueces y fiscales con vocación verificada podría restaurar la confianza pública en dicho sistema y elevar la calidad de la justicia. Convengamos en que la vocación en la administración de justicia es una necesidad, no un lujo y que invertir en métodos para evaluarla y fomentarla mejorará el proceso de selección, pero también es un paso crucial hacia un sistema judicial más justo, ético y resistente a la corrupción. (O)