Ha terminado el paro. ¿Quién ganó? Nadie, el país perdió porque hubo muertos, un mes de violencia, gente pobre habrá perdido en su ya escueta economía, se han destruido bienes físicos y nos hemos dado a nosotros mismos y a otros una imagen de impotencia y desazón. Pero quizás lo positivo es que estamos más claros en algunas cosas útiles e importantes para el futuro.
Uno. Hay grupos mafiosos que financian esta violencia, porque no quieren perder sus espacios y eventualmente querían tumbar a un Gobierno que intenta frenarlos. Y frente a ellos solo hay un camino: sanciones drásticas por haber secuestrado a la población, amenazas, ataques a bienes físicos y más. Cero justificación, y se debe ampliar el círculo a todas sus actividades ilegales, como contrabando, minería o narco. No es un tema de derechos humanos, sino de atentados y crímenes graves contra los demás. Con nombres y apellidos. ¿Derechos humanos? A ellos no se les aplica este concepto, sino el de crímenes; los DD. HH. son para defender a los ciudadanos del monopolio de la fuerza que se le ha entregado al Estado; y ciertamente, si ha habido abusos, deben ser sancionados, porque de paso en paso permitimos al Estado extralimitarse, y es grave. Lo uno ni impide ni excluye lo otro.
Dos. Hay gente (con razón “cabreada”) que realmente se ve impactada por el alza del diésel (aunque probablemente más por los efectos del paro); eso no se lo puede simplemente dejar de lado, y peor aún en un entorno económico débil, con poco crecimiento de la economía y poca mejora en el empleo. ¿Poco crecimiento, cuando el Gobierno ha publicado cifras de que la economía en el segundo trimestre creció 4,3 % (anualmente) y se espera un agregado del 3,8 % para 2025, lo que es bastante bueno? La verdad, eso en gran medida aparece al comparar 2025 con un año muy negativo como fue 2024, pero las cifras trimestrales (es decir, de cómo va avanzando este mismo año) son bastante menos atractivas, y posiblemente la tendencia de la economía es más bien del 2-2,5 % anual, lo que es muy insuficiente (objetivo: por encima del 4 %), peor aún comparando con el crecimiento poblacional (1,5 % anual). Hay mucho por mejorar (incluyendo temas muy concretos, como la atención de salud) y poco para la excesiva propaganda.
Tres. Estar claros en que la mejora del bienestar económico de la población más vulnerable no depende de un precio más alto o más bajo del diésel, sino de algo más esencial: poder acceder a los mercados con productos de más valor. Y esa cadena es clara, pero compleja de ejecutar, más aún cuando son poblaciones alejadas y con bajos niveles de educación y salud. Es responsabilidad de todos mejorarlo: de esas poblaciones en trabajar conscientemente en esa dirección, del resto del mundo privado para integrarlos a los mercados y del Gobierno en temas específicos, como infraestructura, labor social y más.
Cuatro. Hay una parte del liderazgo político que no está enfocada hacia los temas anteriores, sino hacia sus intereses particulares y mantener los privilegios de su posición, incluso a costa de sus miembros. Todos, pero sobre todo los jóvenes, deberían obligar a cambiarlo.
Cinco. Grandes lecciones del Gobierno: ¡salir de Quito, firmeza y bombardear Buenos Aires! (O)









