El presidente Daniel Noboa anunció el inicio de una segunda fase en la lucha contra el terrorismo y la delincuencia organizada. Una etapa definida tras la sectorización del conflicto, marcado por las propias bandas que “ante la ofensiva militar se han resguardado y atrincherado en siete provincias”, según el audiovisual del mandatario difundido este 22 de mayo.

Ese mismo día, el Gobierno firmó el decreto de estado de excepción en Guayas, Manabí, El Oro, Los Ríos, Santa Elena, Sucumbíos y Orellana, y en el cantón Camilo Ponce Enríquez (Azuay). En esta última población fue asesinado su alcalde la noche del 17 de abril.

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La sectorización de la guerra, como la define el jefe de Estado, es parte de una estrategia del régimen. Las provincias fronterizas que están fuera del decreto de excepción de ninguna manera pueden ser excluidas de las medidas tácticas, considerando que son puertas que transitan los grupos criminales internacionales, sea a través de pasos irregulares o regulares.

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Se entiende, y es correcto, que el Gobierno no exponga toda la estrategia de acción para no alertar a los facinerosos. En el marco de esa planificación sin duda se cuenta a las fronteras y la manera de que en la batalla sectorizada los delincuentes no sigan movilizando sus tentáculos a otros sectores.

Del discurso generó incomodidad en la sociedad que se sostenga que ya se ha devuelto la paz al Ecuador, porque la percepción sigue siendo contraria.

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Las detenciones de algunos líderes de grupos clasificados como terroristas; la liberación, por ejemplo, de la joven secuestrada en Santa Elena; los operativos difundidos en redes sociales con captura de gran cantidad de droga, armas y explosivos son mensajes que no se menosprecian, pero para recuperar la paz aún hay un camino por recorrer.

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Mientras sigan las extorsiones, los secuestros y asesinatos, la paz es esquiva. Por ello, es imperioso el trabajo incansable y la estrategia que hoy se plantea por fases, para poder tocar la paz. (O)