El calor que se siente en la Costa, particularmente en Guayaquil, es una complicación para quienes laboran en la calle y también ahora, por los cortes, para quienes están en una oficina, puesto que incluso teniendo generadores estos suelen usarse para equipos de trabajo y no para la climatización.

“Trabajamos en un sauna, el generador solo es para la luz, no para los aires acondicionados, no podemos prender eso porque se gasta”, comentó un trabajador de una librería en Guayaquil.

Buscar soluciones es la urgencia y es, según las autoridades, lo que se hace, pero no llegarán de inmediato.

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Sin embargo, pese a este problema actual, las altas temperaturas en el puerto principal son una conversación que se extiende más allá de la crisis energética actual, ya que la falta de organización y control con que se desarrolló la ciudad hizo que se perdieran espacios verdes que oxigenaban y daban sombra.

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Por ello, es bien recibido el nacimiento de un “bosque urbano nativo” en la ciudad, en el redondel en Sauces, donde está el monumento al doctor Antonio Parra Velasco, en el norte. Esa área fue escogida para tener un bosque urbano en donde se van a sembrar 10.000 plantas (hierbas, arbustos, árboles), de unas 160 especies.

El desarrollo urbano y la protección del ambiente no son polos opuestos y cada urbe debe combinar ambas ambiciones. Guayaquil ya lo hizo en el pasado y ver fotografías de sus calles es observar edificaciones adecuadas al clima local -por ejemplo, con portales- y cerca árboles que las acompañan. Si esto se perdió con el paso del tiempo es momento de recordarlo por parte de habitantes, desarrolladores y planificadores urbanos.

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El incremento o mejora de las áreas verdes (especialmente con plantas y árboles nativos que den sombra) y otras que tengan como centro un cuerpo de agua artificial o natural es una tarea pendiente, así como proteger lo que queda de los bosques nativos, debido a que todo eso ayuda -combinado con otras estrategias- a tratar de regular el clima. (O)