Se han convertido en guardianes del sistema montañoso costero más alto del mundo, la Sierra Nevada de Santa Marta, ubicada en el vecino Colombia. Esta semana la agencia de noticias AFP plasmó en un reportaje cómo los indígenas arhuacos cuidan su parte de planeta.

En tiempos en que el calentamiento global se evidencia en fenómenos naturales que dejan muerte y destrucción es un aliciente que grupos humanos apuesten a la armonía con la naturaleza.

Fuera del mundo de las redes sociales, donde gana notoriedad la confrontación y no las soluciones hay que destacar acciones altivas y de valor, lecciones que merecen la pena ser aplaudidas, imitadas, replicadas de acuerdo con el espacio y circunstancias en que se habita.

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¿Qué están haciendo los indígenas colombianos? El poblado amurallado de Nabusímake delata la conexión de sus habitantes con la tierra: los techos de las casas de barro son hechos con paja que recogen de los cerros, crían ovejas para realizar sus tejidos tradicionales y cultivan sus propios alimentos en sus huertos.

Hay algo de este estilo de vida que se puede adoptar y que aunque no es la generalidad sí se observa en algunas casas de las ciudades latinoamericanas, los huertos familiares, que son una opción para alimentarse mejor. Sembrar un árbol en un patio es otro aporte al planeta.

Los espacios de vida son resaltados en esta cultura que cree en conservar y respetar la vida de todos para asegurar el futuro. A pesar de la distancia y de mantener sus tradiciones creen en el equilibro y no extraño ver un celular, un reloj o luces encendidas en sus chozas comunales, dotadas de paneles solares.

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Promulgan un balance entre elementos opuestos para no alterar más el medioambiente. El “sistema de pensamiento” compartido por los arhuacos y sus pueblos vecinos en la sierra colombiana prioriza lo colectivo, el bien de la comunidad.

Aquí cuatro lecciones de un pueblo indígena cercano, ejemplo de que es posible hacer algo por el planeta. (O)

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