Aleteando con los brazos, Kip Fenton sobrevolaba el mar de rascacielos de la ciudad de Nueva York mientras el viento silbaba en sus oídos, pero llegó el momento de quitarse las gafas especiales y encontrarse en una sala bien iluminada cerca de Boston, donde ya no era un ave, sino un creador de programas informáticos vestido con pantalones vaqueros y camisa verde a cuadros.