Hace apenas unos seis meses el club Sociedad Deportiva Aucas hizo historia al conseguir después de 77 años de vida institucional el título de campeón nacional 2022. La vuelta olímpica en su estadio, con su gente celebrando a más no poder, generó un marco sin precedentes en el sur de Quito. César Farías, desde la dirección técnica, reconvirtió un equipo lleno de irregularidades en uno compacto, que defendía muy bien y anotó los goles necesarios para construir una racha de 22 partidos sin perder. Entre los argumentos principales para la coronación sin ninguna duda está el brillante manejo táctico y estratégico del venezolano Farías, quien inscribió su nombre como un héroe deportivo en la antigua historia del Aucas.

Farías, en poco tiempo, demostró que su larga trayectoria en clubes y selecciones estaba llena de conocimientos futbolísticos. Fue tal la exaltación de sus méritos que muchos comenzaron a pensar que era el remplazante ideal de Gustavo Alfaro para estar al frente de la selección ecuatoriana.

Con estos antecedentes el Aucas se presentó en la temporada 2023 como uno de los favoritos para pelear por el torneo de la Liga Pro. Hasta llegaron a soñar algunos que podían ser protagonistas de la Copa Libertadores, en el debut internacional del club.

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Llamó la atención al inicio del 2023 que varios jugadores claves en la obtención del campeonato 2022 no siguieran. Toda la responsabilidad de aquellas deserciones la asumió Farías, quien expresó que conformó un equipo de acuerdo con su buen paladar. Esto no ha sido comprobado porque después de un comienzo inconsistente, tanto en el torneo local y también en la Copa, Farías ha estabilizado a su equipo, pero sin llegar al nivel que mostró el año anterior.

Las críticas surgieron y de a poco el venezolano comenzó a perder la frescura y su sonrisa natural para utilizar las palabras como arma de defensa. La osadía de su verborragia lo llevó a reprochar a los propios hinchas del Aucas, a quienes calificó de “miseria humana” y ser “mezquinos” por no apoyar a su equipo cuando más lo necesitaba. Luego, para completar el discurso, llamó “pendejos” a sus contradictores. Y a fines del 2022 Farías se mandó un ‘verso’ con mucho contenido cuando aseguró que en el fútbol ecuatoriano estaban pasando “cosas asquerosas”. Como es costumbre aquí nadie le pidió explicaciones al técnico y peor las dio Farías.

Hasta que llegó el domingo 11 de junio de 2023. Aucas visitó el estadio Jocay de Manta para enfrentar al Delfín por la fecha 14 de la Liga Pro y cuando el partido tenía apenas 16 minutos, el DT Farías perdió la cabeza. En su trastorno emocional atacó con furia a dos futbolistas rivales, luego de un resbalón accidental de uno de ellos. Las imágenes del acto violento, captadas por la televisión, demuestran el estado de descontrol del entrenador auquista, protagonista de un hecho vergonzoso y controvertido. Como el epílogo de su historial de conducta pendenciera los actos de Farías fueron llamados “brutales” y “salvajes” por la prensa de varias partes del mundo.

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Seguramente al ‘desendiablarse’ y recuperar la razón, en un acto de contrición Farías expresó que se sentía avergonzado. Al revisar las imágenes con sus abogados explicó que lo suyo fue una reacción ante el sorpresivo impacto recibido; que igual todo fue vergonzoso y que pedía disculpas a todas las familias del Ecuador, porque los niños ni los adolescentes debían ver este tipo de acciones. Esas excusas, seguramente recomendadas por los abogados que lo defendieron en el proceso disciplinario, no convencieron a nadie.

Alegar que no hubo gravedad en sus agresiones, que no lastimó a nadie, que no se paralizó el partido y que el único perjudicado por la reacción fue él mismo es por parte de Farías la maximización de la impenitencia, un afán contumaz de mitigar el gran perjuicio que le provocó al fair play, al respeto a las normas y a la imagen de nuestro balompié.

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Hace un tiempo leí un libro escrito por Stuart Pearce, exzaguero inglés que era conocido por carácter díscolo y llamado rompe hueso por su violencia; tras retirarse se convirtió en DT del Manchester City (2005-2007) y de la selección sub-21 de Inglaterra (2007-2013). En el libro titulado Psicópata: la autobiografía, Pearce confiesa que al principio disfrutaba que lo calificaran así, porque esa imagen era la coraza de sus complejos y que por aquello se convirtió en un agresor impertinente. Esta historia tiene un buen final, porque con el pasar de los años el arrepentimiento hizo remodelar la vida de Pearce. Se dio cuenta de que con su actitud había afectado la ética del grupo, de la afición y del fútbol.

Gran expectativa se creó en Ecuador respecto a la sanción de Farías. Algunos defensores de sus defensores sostenían que hay que entender estas reacciones por el momento de tensión que viven los DT. Por supuesto, es una excusa endeble y además inaceptable. Como era de esperarse, la Comisión Disciplinaria de la Liga Pro castigó con la pena máxima a Farías: un año y dos meses de suspensión por las agresiones.

Pienso que es un castigo ejemplarizador y que prestigia al organismo de justicia deportiva. Además, restituye su imagen muchas veces cuestionada por la blandenguería en varios de sus fallos. Aunque el abogado de Farías, el reconocido jurista Andrés Holguín, esperaba la pena mínima, al conocer la contundencia del fallo advirtió que agotará todas las instancias de apelación en el país, que no espera nada en la Cámara de Comercio y por eso apunta al TAS como organismo que solvente el tema.

Olvida el jurista que los antecedentes de su defendido Farías complican cualquier salvataje. Entre algunos de ellos está el incidente en Bolivia, en el 2017, cuando le dio un puñetazo a un dirigente del Oriente Petrolero. En septiembre de 2018, en el aeropuerto de Santa Cruz, Farías atacó a un hincha con una patada en el pecho y un fuerte golpe en la nuca. Las confrontaciones verbales de Farías son innumerables, como con el Tata Martínez, Neymar, Fernando Gago. En el 2014 el venezolano dirigía en México a Xolos de Tijuana, y en ese país también se cruzó de golpes en un serio incidente con el cuerpo técnico del Cruz Azul.

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Las muestras de su intemperancia son extensas y concluyentes. En su historial de sanciones constan ocho meses de suspensión en México, dos años en Bolivia y en Ecuador un año y dos meses. La psicología deportiva considera que estos personajes con conductas irreverentes casi siempre responden a componentes emocionales subyacentes para satisfacer su ego. Con sus actos no tienen la menor consideración de la disciplina, de cómo los perciben los deportistas, ni del juicio moral de la afición.

En los actores directos en estos extravíos, entre las razones de la sinrazón, hay antecedentes traumáticos encubiertos en el contexto sociocultural y la agresión se convierte en válvula de escape.

La recurrencia en estos actos es termómetro del grado de obstinación. No puedo afirmar, porque no soy un experto, que este es el cuadro patológico de Farías, pero los psicólogos así lo describen. Es una lástima que el Aucas pierda así a un DT que hizo historia, pero todo lo que hizo con la mano Farías lo borró con el codo. (O)