Pecola es, quizá, una de las niñas más tristes, desprotegidas y agredidas que he conocido en el mundo de la literatura. Hasta hace poco no sabía de ella. Pero me acerqué a la primera novela de Toni Morrison, Ojos azules, y allí, en sus páginas, apareció esta pequeña negra y empobrecida, que se sentía fea, porque habían logrado que así se sintiera, y a quien casi todos vejaban. En casa, su padre alcohólico la violó y embarazó. ¿Puede haber algo más truculento que aquello? ¿Puede alguien merecerse una vida tan violenta y cruel?

Había leído de Toni Morrison, escritora afroestadounidense, otras narraciones, tristes, tiernas y fuertes a la vez, pero la historia de Pecola, así se llama el personaje de ficción que protagoniza Ojos azules, me remeció de veras. Enternece su inocencia, pues su más grande deseo es tener ojos azules, y reza para que se le cumpla el anhelo, pues cree que así la querrán un poco. Duele su destino final, que es, en el fondo, un escape o una protección ante tanta ignominia. ¿Se puede sostener la cordura en un mundo demencial? Asombra la maestría con que la autora logra tejer un fresco de la vida de esta niña y de su familia: los Breedlove, así como del entorno social en que se incrusta la narración.

Es una novela ambientada en Estados Unidos en la década de los 40 del siglo XX, época de la Segunda Guerra Mundial. Muestra la pobreza, la segregación racial, la vileza humana. Y a la vez, la inocencia.

La narradora de Ojos azules es Claudia, otra pequeña negra, quien es cercana a Pecola, pero menos pobre que aquella. Y es por su narración que nos enteramos de la vida de los Breedlove y de lo sucedido a Pecola. Ella pone en palabras el horror. Ese horror que a veces se calla. Ese horror que Pecola no puede pronunciar. La obra tiene una estructura fragmentaria. Está contada por partes que llevan como títulos las estaciones del año: otoño, invierno, primavera, verano. Son fragmentos, retazos, que al lector le toca hilvanar, para componer la totalidad de esta historia surgida de la mano de Toni Morrison.

No es una obra maniquea. Es descarnadamente honesta. A los personajes se los presenta con una infinidad de matices y ese es, a no dudarlo, uno de los méritos de esta obra, aparecida originalmente en 1970 y que en un principio no fue bien recibida por la crítica, pero que con el tiempo se ha convertido en lectura clave para quienes deseen conocer la trayectoria de Morrison, quien en 1993 recibió el Premio Nobel de Literatura. La primera escritora negra en obtenerlo. (O)