De lo malo, lo bueno: Céline Gounder, esposa del periodista estadounidense Grant Wahl quien cayó fulminado en su pupitre durante el partido Argentina-Holanda, informó que la causa de la muerte fue un aneurisma aórtico, el cual se le fue generando durante años. Las autoridades qataríes entregaron el cuerpo del infortunado colega 72 horas después del deceso y la autopsia se practicó en Nueva York. La noticia da tranquilidad, despeja dudas y entierra las sospechas de que fuera asesinado por incumplir una disposición del Gobierno de Qatar, como había especulado su propio hermano Eric. Wahl protagonizó un incidente en el primer partido de Estados Unidos, al intentar ingresar al estadio con una camiseta con los colores arco iris del movimiento LGTBI, al que pertenece su hermano, lo que no está permitido en este país.

Así como Perú fue la hinchada estrella en Rusia 2018 -y recibió un premio de la FIFA por ello-, la marroquí cobró fama aquí en Qatar como la más ruidosa, quizá la más fanática e influyente del Mundial. Ruge. Le pudieron el mote de la parcialidad de Boca Juniors, “el jugador número doce”. Genera un sonido como el de un avión al despegar y juega un partido aparte, impulsando a sus jugadores y aullando cuando la tocan los rivales. Y frente a Francia eran casi todo el estadio. Calculamos un 85%. La Federación Marroquí anunció días atrás que regalaría 13.000 entradas y miles de hinchas se lanzaron a alguno de los 30 vuelos especiales que dispuso Royal Air Maroc desde Casablanca a un costo accesible de 150 dólares. Sumados a los que ya estaban acá sumaron más de cincuenta mil. Franceses, como españoles, holandeses y demás europeos, fueron un grupo minoritario. Es el mérito de este torneo: el haber llenado todos los estadios casi sin público europeo o con escuálida aportación.

Se siente olor a gloria

Marruecos llegó a esta Copa con un seleccionado multinacional: 17 de sus jugadores nacieron en Europa, pero eligieron la ciudadanía de sus padres para jugar con la roja y verde. Incluso su técnico Walid Regragui es nacido y formado en Francia. No obstante, muestran un sentido de pertenencia notable. Regragui canta el himno con pasión, casi con furia, así como juegan sus dirigidos. Y defiende con ardor la patria de origen. “Antes de la Copa del Mundo tuvimos muchos problemas con los muchachos nacidos en Marruecos y en Europa. A veces, la gente y los periodistas decían que estos jugadores no aman a Marruecos -dijo en conferencia de prensa.- Pero le mostramos al Mundo que todo marroquí es marroquí. Cuando vienen con la selección, mueren y pelean por la selección”. Y se refirió a él mismo: “Nací en Francia, pero nadie puede quitarme el corazón de mi país. Mis jugadores dan el 100 por ciento. Algunos nacieron en Alemania, otros en Italia, España, Holanda y todos esos países tienen cultura futbolística”.

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Insólito: de una ciudad a dieciséis

Los números no explican todo, pero algo dicen. Marruecos llegaba a la semifinal con un récord atemorizante: apenas 2 derrotas en sus últimos 45 juegos. Ambas amistosas, ante Gabón y Estados Unidos. Y con un gol en contra en cinco partidos de este Mundial. Lo respaldaba la estadística y también el fragor con que juegan sus futbolistas, regando el campo de voluntad y coraje. No se creyeron menos que nadie. Pero Francia es Francia, el fútbol formativo que más jugadores de élite produce. Y aunque se hable de sistemas y de trabajo, llegan más lejos los de mejores individualidades, con trabajo y con sistemas, desde luego. La selección del gallito también tiene números que impresionan: en los últimos tres Mundiales perdió dos partidos sobre 18. Con este agregado: en 2014 cayó 1-0 ante Alemania, el campeón, y ahora en Qatar 1-0 ante Túnez, pero jugando con todos los suplentes. Queda claro, entonces, que es muy difícil ponerlo rodilla en tierra.

Los Juegos Olímpicos de Qatar

Y se cumplió el pronóstico: Francia 2 - Marruecos 0. Resultado que puede llamar a engaño. Parece un triunfo sólido, hasta cómodo. No fue así. Marruecos ejerció un dominio del 62% frente al 38% de Les Bleus, aunque estéril. Presionó, pujó, insistió hasta la saciedad sin saber golpear. Apenas, para contabilizar, una chilena de El Yamiq que devolvió el palo derecho de Lloris. El resto, aproximaciones, amagues, intentos no concretados. E incurrió en demasiada imprecisión de pase, que lo damnificó en lo defensivo y ofensivo. Nadie está jugando bien si falla en la circulación de la pelota. Mostró una entrega conmovedora hasta el final, como en los juegos anteriores, pero le faltó calidad esta vez. La mantuvo en alto Ounahi, su volante derecho (número 8), pero sin acompañamiento. Y frente a un equipo de oficio no alcanza. El telón cayó sobre el sueño de Marruecos. Aún le queda el honor del tercer puesto, el rótulo de primer africano en llegar a semifinales del mundo y de sensación de Qatar 2022. Ya hizo historia.

Detrás del equipo, una nación

Partido sin relieves. Francia se situó en el plan que más le gusta, dar la iniciativa y que lo ataquen, porque sabe aguantar, para luego partir de contra con espacios, especialmente vía Mbappé, quien provocó el segundo gol pese a no ser figura, como ante Inglaterra. Kylian arrancó el Mundial hecho una flecha y ha perdido un poco de gravitación. En la final puede ser de nuevo la bomba atómica. Si Argentina logra enjaularlo tendrá posibilidades, caso contrario…

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La selección de La Marsellesa es un equipo utilitario, hasta mezquino, incluso parece agradarle hacer lo mínimo si con eso le alcanza, no le interesa dar espectáculo ni ser ofensivo, va al peso. Pero cuando ataca es un puñal, peligrosísimo. Y cuesta ganarle porque tiene una estructura defensiva sólida. Cierra los caminos y, si el rival los encuentra, detrás de todos está Hugo Lloris, un arquero estupendo que siempre salva la situación. Además, es físicamente una roca. Siete de sus once titulares de ayer son afrodescendientes, fuertes, altos, rápidos. El mérito francés es haber llegado a una segunda final mundialista pese a todas las bajas sufridas, entre ellas Benzema, Kanté, Kimpembe y Nkunku, las cuatro más trascendentes. Con este estilo poco glamoroso, casi burocrático, su entrenador Didier Deschamps ha llevado a Francia a ser subcampeón de la Eurocopa 2016, campeón mundial en 2018, vencedor de la Liga de Naciones 2021 y ahora otra vez finalista. Puede no agradar, pero ¿cómo discutirlo…?

Quedó despejado el último recodo del camino, el fútbol tendrá un nuevo tricampeón mundial, Argentina o Francia. ¿Quién gana…? Eso es motivo de otra columna. (O)